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Gwen

Me maquillé con suavidad, para oscurecerme las pestañas ligeramente y ocultar algunas de las pecas que me llenaban la cara. Bueno, me cubrían la cara, y la mayor parte de mi cuerpo, aunque con el resto no podía hacer nada. Luego me senté en el vestidor para colocarme las medias con suavidad.

Ian se asomó cuando estaba poniéndome el vestido negro delante del espejo. Me miró de arriba abajo y, pese a todo, me estremecí un poco.

—¿Dónde vas? —me preguntó, con la voz algo rota.

Tenía una cerveza en la mano y dudé un poco. No solía emborracharse, o no mucho, pero no me sentí del todo bien por dejarle así.

—¿Estás bien? Puedo quedarme...

—No has respondido —insistió.

—He quedado con unas compañeras de trabajo —mentí a medias. No quería un drama—. ¿Por qué no sales un rato para despejarte? —sugerí, justo cuando llamaban al timbre.

—¿Dónde voy a ir? —preguntó, agitando el botellín.

—Tú sabrás.

No me quedé a ver su decisión. La verdad es que era mayorcito para saber qué hacer. Bajé los escalones con los zapatos en las manos y abrí a Zoey, que me saludó con una mano y cierta timidez.

—Está muy guapa, señora Wood.

—Gracias, Zoey, pasa.

La precedí al salón y un par de torbellinos se lanzaron a saludarla como si llevaran un año sin verla, aunque había estado por allí la tarde anterior. Yo aproveché cuando Aidan y Nadia se lanzaron a las piernas de la niñera para ponerme los zapatos y echarme un último vistazo en el espejo sobre la chimenea.

—La cena está en el microondas, lista para calentar, Zoey —expliqué—. Volveré pronto, creo, pero si tienes sueño, sabes que arriba tienes una cama. ¿Le dais un beso a mamá?

Me agaché en el suelo y abrí los brazos. Los niños no tardaron en correr a abrazarse a mí. Besuqueé la carita pecosa de Nadia, que era idéntica a mí, pero en pequeñito, con el pelo rojo y los ojos verdes. Aiden sin embargo, se parecía un poco más a Ian, con el pelito un poco más rubio y los ojos más marrones. Aunque también tenía el rostro cubierto de pecas. Eran mellizos y tenían casi tres añitos de edad.

Y, cuando se me abrazaron al cuello y besuqueé cada centímetro de sus pecosos rostros, me planteé quedarme en casa. Pero necesitaba despejarme un poco y una copa, sin duda.

—¿Me llevas al centro, Gwen? —me preguntó Ian, mientras los niños volvían con Zoey.

Por suerte, mi niñera favorita (una chica muy responsable de diecisiete años), vivía solo un par de casas de nosotros. Así que se quedaba con mis hijos muy a menudo.

—No voy a coger el coche, pensaba ir en taxi, Ian. Llámame si necesitas algo Zoey —le pedí, antes de salir de allí.

Por desgracia, Ian salió detrás de mí. Se había puesto mi colonia favorita, la que llevaba comprándole desde los dieciséis. Además, se había cambiado el chándal por una camisa y unos pantalones de vestir. Y se fue colocando la chaqueta a la vez que yo. El taxi ya estaba esperándome fuera.

—Pues lo compartimos —me dijo—. He bebido, no quiero conducir.

Me limité a poner los ojos en blanco, pero le dejé subir delante al taxi. Le di la dirección del bar favorito de mi marido. No quería que supiera dónde iba yo, porque seguro que aparecía para hacer un numerito de los suyos o algo.

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now