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Dos meses después

Peter

No había creído que de verdad Gwen fuera a cumplir su palabra (teniendo en cuenta que me la había dado borracha y medio dormida), de hacer un esfuerzo por ser feliz y olvidar su pasado. Divertirse. Simplemente avanzar sin pensar.

Sin embargo, estaba cumpliendo, y vaya si lo hacía. Jamás me había imaginado que mi duendecillo pudiera ser... así. No era yo quién tiraba del carro ya. Ella me llamaba para verme, me invitaba a cenar a su casa, me pedía que me quedase a dormir... Parecía una persona tan diferente, tan despreocupada y feliz, que me di cuenta de que jamás podría dejar de amarla ya.

El viernes siguiente a la marcha de su marido y nuestra «celebración», me había llamado para que fuera a su casa. Y la encontré en la habitación de invitados, con los muebles fuera de esta y el suelo recubierto de plástico. Tenía un montón de cubos de pintura alrededor, una escalera y brochas. Además, había pintado varios tonos diferentes en una pared blanca y se había manchado el peto vaquero y la cara de colores.

—¿Me ayudas? —me pidió, con los ojos verdes brillantes.

Y yo habría hecho cualquier cosa que me pidiera en ese momento, así que me quité la corbata y la tiré sobre el colchón que estaba de pie en el pasillo y entré con ella.

—¿Qué vas a hacer aquí? —curioseé.

—Le pedí un millón de veces a Ian que convirtiéramos esto en una habitación para uno de los niños. Mis padres me hicieron compartir habitación con mi hermano mellizo toda la vida y te aseguro que la adolescencia no es para compartirla si hay otra opción...

Me dirigió una sonrisa preciosa, así que la rodeé con un brazo para comérmela entera.

¿Y qué iba a hacerle? Nos pasamos la tarde eligiendo el mejor color para la pared. Ella decidió que esa sería la habitación de Nadia, así que probamos con tonos rosas y morados. Aunque acabamos pintándola de un turquesa que, según ella, combinaba con mis ojos...

Acabó más pintura sobre nosotros que sobre la pared, también hay que decirlo, pero nos reímos como nunca. Luego cenamos pizza sentados en el suelo del salón, con las piernas enredadas y manchados de colores.

Durante la semana siguiente fueron llegando los muebles nuevos, así que pude ir todos los días para ayudarla a montarlos. Y luego, junto con los niños, pasamos las cosas de Nadia allí. Gwen lo había previsto para el futuro, pero ellos se entusiasmaron por tener su habitación para cada uno, como si fuese una aventura.

—Además —me dijo Gwen—, la cama tiene otra debajo, para cuando se quede Kayla.

No es que no me hubiera dado cuenta de que la cama era doble al montarla, pero me emocionó que pensase en mi hija, así que ese mismo fin de semana la estrenamos. Aidan acabó yéndose a la habitación con las niñas en medio de la noche, y los encontramos a los tres en la cama inferior, pero fue más tierno que otra cosa. Gwen aseguró que no había ninguna prisa en que se acostumbrasen.

Y el fin de semana siguiente, cuando Gwen me llamó para que fuese, me llevó directa a su habitación. No entendí mucho, porque apenas me dejó saludar a sus hijos, a los que yo había empezado a adorar sinceramente (aunque al principio solo habían sido una excusa para acercarme a ella), pero mi duendecillo parecía emocionadísima, así que la seguí escaleras arriba.

Tachán —me dijo, al entrar a su dormitorio.

Yo miré, de verdad que lo hice, pero no vi nada especial. Salvo ella, que sonreía de oreja a oreja. De verdad, jamás se me ocurrió que fuera a emocionarse de aquella manera y a seguir mi consejo de divertirse y ser feliz sin más. Si lo hubiera sabido, se lo hubiese dicho el mismo día que la conocí.

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now