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Gwen

—Lo siento, Ian —me disculpé mientras me ponía de pie a toda prisa para poder subirme las mallas.

Y teniendo en cuenta que tenía las bragas aún en las manos, no me pareció una disculpa muy sincera, aunque me sentí realmente mal. Normalmente él no volvía tan pronto de trabajar, pero estaba segura de que el hecho de que yo hubiera salido los dos últimos viernes de fiesta tenía mucho que ver con su presencia anticipada.

En cualquier caso, casi parecía que me estaba vengando de él, aunque ni me había acordado de su existencia. ¡Es que Peter me volvía loca! Solo con tocarme me hacía perder la razón. Y cualquier rastro de responsabilidad.

Sin embargo, me molestó que Ian siguiera allí. Cuando yo le había pillado en mi baño liándose con Valery había salido tras unos diez segundos de ver a mi marido boquear como un pez fuera del agua. Él no tuvo la misma deferencia. Me pareció deseoso de pegar a Peter, que se limitó a recuperar la cerveza y sentarse en el sofá. Sin duda, si podía elegir, en otra reencarnación quería ser tan despreocupada como él.

—¿No es lo que parece? —me preguntó mi marido, y casi valoré su intento de no gritar.

Yo escondí mis bragas tras un cojín, ya me ocuparía después de llevarlas al cesto. Me parecía mejor que seguir paseándolas en la mano.

—Es exactamente lo que parece, colega —se metió Peter y yo solo pude mirarle horrorizada—. Estábamos follando sobre el sofá.

—¡Peter! —le regañé, sintiendo que me ardía la cara entera.

—¿Esto es una venganza? —me preguntó Ian—. ¿Ya estamos en paz? ¿Podemos volver a terapia y dejar esto atrás?

Me miró tan esperanzado que yo solo pude mirar mis manos. Tenía todas las uñas rotas y me parecieron lo más fascinante en ese momento. ¿Qué tenía que decirle a Ian para que supiera que lo nuestro no iba a volver a ser?

—Pensaba que estabais divorciados —llamó mi atención Peter.

—Lo estamos. Pero Ian se está quedando aquí hasta que encuentre otra casa —expliqué—. Es un favor de amiga, por todo lo que hemos compartido. Así lo acordamos, Ian.

Mi exmarido acortó la distancia hasta mí y Peter estuvo entre nosotros solo un segundo después. Pese a que a mí me había parecido de lo más relajado en el sofá, tuve claro que había estado alerta.

—No hagas esto, Gwen. Lo estás estropeando todo... —me pidió mi exmarido.

—¿Yo? —pregunté boquiabierta.

—¿Crees que el modelo no se va a cansar de tus tonterías? —resopló y me dolió muy adentro—. Se cansará de ti y vendrás a llorarme. Como siempre.

—¿Por qué no te largas? —sugirió Peter, sin alterarse lo más mínimo.

—Voy a irme, pero pienso llevarme a mis hijos.

Se dio la vuelta y fue directo a las escaleras que llevaban al piso de arriba. Yo corrí, pasando junto a Peter para ponerme en medio. ¡No podía llevarse a mis bebés! Eran todo lo que tenía, todo lo real en mi vida.

Ian me apartó de un empujón sin ninguna dificultad y me clavé la barandilla de la escalera en la espalda. Por suerte Peter llegó para ponerse delante de mi exmarido de nuevo. Subió un escalón más y apoyó una mano en su pecho para impedirle el paso hacia los niños.

—Déjalos en paz, tío, solo son niños —le dijo, con suavidad.

—¿Tengo que soportar que te folles a mi mujer y me quites a mis hijos?

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora