6

4.2K 523 20
                                    

Gwen

—¿Vas a salir otra vez? —Ian estuvo a punto de provocarme un infarto al asomarse a mi vestidor.

Yo me llevé la mano al pecho para calmar los latidos desbocados. Y durante los segundos que tardé en calmarme sentí que estaba haciendo algo realmente malo. Pese a que tenía todo el derecho del mundo a salir. Nosotros ya no estábamos juntos y los niños estaban con mis padres pasando el fin de semana. Ellos vivían lejos, así que de vez en cuando se los llevaba para que pudieran pasar tiempo juntos.

Y, la verdad, esta vez lo había hecho porque yo quería ver a Peter e interrogarle acerca de lo que estaba segura de que había adivinado sin querer en su clase de biología de esa mañana. Sabía que todos los viernes salía con los profesores, así que podría hablar con él tranquila. Sin niños ni alumnos de por medio.

—Sí, voy a salir.

Me aseguré de que los vaqueros gastados estaban bien puestos y metí los pies en unos zapatos comodísimos con tacón. Peter era mucho más alto que yo y no quería sentirme pequeña... ¿En qué estaba pensando? No era una cita ni nada parecido. Aunque él me había preguntado si iría.

—Te muerdes el labio —me dijo Ian, apoyado en el borde de mi vestidor, con aspecto descuidado.

Me di cuenta de que llevaba razón y me retoqué el pintalabios rojo, antes de ajustarme la blusa de manga larga pero fina de color negro, a juego con los zapatos. Finalmente recogí una chaqueta de cuero del mismo color. Podía parecer un look muy oscuro, pero suficiente color daba mi pelo, los labios rojos y las pecas. Si me ponía ropa de más colores vivos me sentía como un payaso.

—¿Qué quieres, Ian? —pregunté, tras pasarme los dedos por el pelo que ese día había elegido alisarme.

—Has conocido a un tío, ¿verdad? Prometiste que me darías otra oportunidad. No creo que sea justo que por un error...

—Ian, un error es cuando te echas sal en lugar de azúcar en el café. Lo tuyo fue una traición, no un error. Déjame salir. Y sí, he conocido a alguien, pero solo es un amigo. Y, aunque fuera algo más, no sería de tu incumbencia. Aceptaste divorciarte.

—Porque pensé que necesitabas tiempo para recapacitar, no para lanzarte a los brazos de otro —me acusó, siguiéndome escaleras abajo—. Gwen, escúchame.

Me cogió del brazo con algo de fuerza y me hizo girar hacia él. Yo suspiré un poco. Lo último que quería era discutir con él una vez más.

—¿Por qué no aprovechas que te quedas solo para buscar otro piso? Ian, trabajas en una oficina de bienes raíces, no debería costarte tanto encontrar algo.

—¿Acaso nunca me has querido? ¿Todos los años que hemos pasado juntos no significan nada para ti? ¿Qué le dirás a nuestros hijos?

Me solté de él y no le respondí. Agradecí que el taxi ya estuviera esperándome fuera, porque me metí dentro casi a la carrera y le di la dirección del bar dónde había quedado. ¿Por qué mi exmarido aún tenía el poder de hacerme sentir culpable por querer divertirme un rato?

Fui directa a la barra cuando bajé del coche y me pedí un chupito que me bebí del tirón, sin molestarme en respirar. Me sentí algo mejor entonces. Yo no podía controlar lo que hacía Ian, pero podía controlar lo que hacía yo. Era mi vida, solo yo tenía poder sobre ella.

O al menos eso me dije.

—¿Empiezas fuerte? —La voz de Peter cerca de mi oído me sorprendió un tanto.

—Tengo que hacerme a la idea de que quieres experimentar con mi bebé —bromeé—. ¿Podemos hablar?

—Depende. ¿Podemos comernos un plato genial mientras lo hacemos?

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now