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Gwen

Me acaricié el vientre con suavidad, mientras le pasaba la pelotita a Nadia con la otra mano. Estábamos sentados sobre una manta en el césped del parque, formando un triángulo y jugábamos a pasarnos una pelota con suavidad. Yo estaba cansada de correr tras ellos y no me sentía muy ágil. Quizá la falta de comida y de sueño tenía que ver con mi estado agotado más que el embarazo, o quizá era todo. En cualquier caso, les había dejado jugar un rato en los columpios y luego se me había ocurrido aquello de la pelota.

Solo esperaba que a ninguno le diese por salir corriendo. Nadia lanzó la pelota un poco desviada y Aidan tuvo que levantarse a por ella. Su hermana se acercó a mí y apoyó la cabecita en mi pierna entonces. Yo acaricié su pelo sin quitar la vista del niño. Ni siquiera estaba segura de cómo iba a enfrentarme a cuatro niños yo sola.

No pensaba reconocerlo ante nadie, pero estaba aterrorizada. Llevaba días sin dormir apenas, porque no podía dejarle de dar vueltas.

Aidan volvió con la pelota, pero se tumbó conmigo también, sobre mi otra pierna, con celos de los mimos de su hermana.

Lorcan y Gabrielle habían pasado el día anterior conmigo, pero habían tenido que volver a París sin poder darme una certeza sobre Peter. Según ellos, tras demostrarle que su vasectomía no había funcionado (menuda sorpresa, la verdad, no lo habría sospechado por los dos bebés de ese idiota que crecían en mi interior), Peter había desaparecido. Seguía sin móvil y ellos le habían esperado un día entero. Pero no volvió. Lo intentaron localizar de nuevo el día anterior antes de irse al aeropuerto, pero por los mensajes de Gabbs deduje que seguía sin aparecer.

Y estaba preocupada. ¿Qué estaría haciendo? ¿Y si le pasaba algo?

Nadia alzó la cabecita hacia mí y estiró la mano hacia mi cara. Me di cuenta de que estaba llorando y me apresuré a limpiarme las lágrimas. Si es que encima no podía controlar mis sentimientos. Estaba fatal.

—¿Mami, triste? —preguntó.

—No, cariño, estoy bien —prometí, sujetando su manita para besársela.

Pero no lo estaba. Estaba asustada, preocupada y triste. Necesitaba a Peter. Lo necesitaba más de lo que había necesitado a nada ni a nadie jamás.

Aidan se levantó de golpe de mi lado, mientras yo besuqueaba a Nadia. Estaba a punto de sujetarle, cuando echó a correr. Traté de levantarme rápido, pero entre Nadia y mi vientre abultado...

Y cuando me giré hacia el niño vi que no estaba solo. De hecho, iba en sus brazos... Me quedé sin aire y temí haberme muerto. Peter llevaba a Aidan en brazos y se acercaba a mí. Nadia corrió hasta él también al verle y yo, bueno, intenté levantarme de una forma muy humillante, al final cedí y me quedé quieta. No estaba tan gorda, de verdad, es que estaba cansada.

—Hola —le saludé con timidez.

Peter no respondió y temí que solo pasase por allí o algo. Sin embargo, acortó la distancia que nos separaba y se acuclilló en la manta, cerca de mí. No consiguió liberarse de los niños, así que se quedó con uno en cada pierna y no pude evitar sonreír un poco.

—¿Aún le quieres? —me preguntó, como si estuviera comentando el día tan precioso que hacía.

—No —reconocí, con total sinceridad.

—¿Y a mí?

—Te amo.

—¿De verdad son míos?

Deslizó su vista azul por mi cuerpo y yo me estremecí ligeramente. Recordando todas las veces que me había mirado de igual forma estando desnuda.

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora