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Gwen

La verdad es que estaba muy nerviosa. Conocía a los padres de Ian desde el instituto, así que no había tenido que impresionar a la familia de nadie desde entonces. Pero, por algún motivo, podía imaginarme a la familia perfecta de Peter y yo no encajaba de ninguna de las maneras. Me puse mi vestido más bonito, de color gris, ajustado en el torso, de manga larga y con un escote cuadrado y sobrio. La falda era un poco más corta de lo que me hubiese gustado, pero la verdad es que estaba orgullosa de mis piernas. Y, para rematar, unos tacones del mismo color.

Me había alisado el pelo y maquillado con suavidad. Salvo por el acostumbrado pintalabios rojo de mis labios que, como siempre junto con mi pelo, eran el único punto de color en mi atuendo.

—Estás preciosa. —La voz de Peter me sobresaltó cuando estaba asegurándome de que el vestido me cubría bien el culo.

—Dios, que susto.

¿Por qué todo el mundo tenía la costumbre de hablarme cuando estaba dentro del temible vestidor? Salí de allí sujetando la mano de Peter. Los tacones no eran muy altos, pero agradecí poder agarrarme a algo.

—¿Y los niños? —pregunté preocupada.

—Los he dejado con cuchillos en la cocina y el fuego encendido. ¿No era así como tenía que encargarme de ellos? —se burló de mí y mi preocupación maternal.

—¿Sabes, Peter? El día que paras a dos mellizos en un agujero que por mucho que lo diga la ciencia no está preparado para ello, podrás hacer chistes sobre la muerte de mis bebés —le acusé, dándole un golpecito en el pecho.

Traté de pasar de largo, pero me sujetó de la cintura y me caí contra su pecho. Vale, me dejé caer. Es que era un sitio genial. Él también se había puesto unos vaqueros oscuros y una camisa negra de manga larga que yo me había empeñado en plancharle porque era un desastre. Estaba guapísimo y yo debía ser... fácil después de todo.

—Estoy seguro de que tenemos un momento para nosotros, Gwen —susurró provocador.

Y me acarició el muslo enfundado en la suave media, subiendo hasta el borde de la falda.

—Peter... —le regañé, aunque tuve claro que había sonado más como un gemido que otra cosa.

—Estás increíble. Eres la mujer más preciosa que he visto jamás.

—Deberías enseñarme fotos del resto de tus exmujeres... —aseguré, algo más seria.

Esta vez no me costó soltarme de él y bajé en busca de los niños. La verdad es que solo conocía a una de sus ex, pero estaba segura de que yo no era más guapa que esa preciosidad rubia de ojos azules que parecía haberse escapado de una competición de Miss Universo.

Los niños estaban en la salita de estar, dibujando de lo más tranquilos. Miré a Peter con desconfianza, como si pudiera haberlos sobornado para que se estuvieran quietos. Yo normalmente tenía que imaginar mil juegos para entretenerlos. Fui después a la cocina.

Había decidido cocinar un pollo relleno con patatas en el horno, porque me pareció lo más sencillo de preparar, con lo que siempre se acertaba y que además podía dejar haciéndose solo mientras me arreglaba.

—Huele casi tan bien como tú.

—Pero ¿qué te pasa? —Le miré mal, sorprendida por tanta adulación.

—Practico.

—¿Cómo es tu hermano? —Cambié de tema, tras mirarle fatal.

—Un pijo estirado.

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️حيث تعيش القصص. اكتشف الآن