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Peter

—Así que aquí estabas. —El tono de Gwen, pese a que me pilló dormido, me sonó a regañina.

Abrí los ojos con dificultad, porque me molestaba todo el sol que entraba por la ventana tras ella, para verla mirándome con los brazos en jarra.

—No me riñas —pedí, sujetando su mano y tirando de ella para que cayese sobre mis piernas.

—No iba a hacerlo —aseguró, con un susurro mucho más cariñoso—. ¿Bebiste mucho?

—No, la botella se me acabó pronto. Lo siento, no era esto lo que planeé.

Pasó las manos con suavidad por mi pelo y su frescor me consoló un tanto. Cerré los ojos y apoyé la frente sobre su hombro, para dejarme calmar.

La noche anterior, tras la cena desastrosa había estado dando vueltas por los terrenos hasta que me acabé el alcohol y, horas después, me había refugiado en la salita de estar. Había dormido sentado en el sillón, así que me dolía todo el cuerpo. Pero no había querido molestarla en medio de la noche con mi borrachera y mis problemas.

—He estado hablando con Aysha y Gabbs —me dijo, sacándome un tanto de mi mundo de autocompasión—. Y me han hablado de un sitio genial en el bosque de aquí atrás. He pensado que podíamos hacer un pícnic. Es de esas cosas que me encantan, pero que Ian pensaba que eran un desperdicio de tiempo —explicó, con cierta timidez.

Y yo quería darle todo lo que ese idiota de Ian no le daba. Además, me pareció que ella trataba de alejarme de mi familia y yo no iba a quejarme por eso. Iría al fin del mundo con ella, y el bosque parecía el lugar más apropiado para un duendecillo como ella, la verdad. Así que asentí un par de veces y dejé que se quitase de encima de mí.

Me pasó la mochila que había dejado a un lado en cuanto me levanté y yo me la colgué al hombro y entrelacé mis dedos con los suyos. Parecía mentira, pero nos conocíamos desde hacía realmente poco y ya lograba hacerme sentir como en casa solo con estar ahí.

Aunque, por desgracia, se había quitado el vestido de la noche anterior. De hecho, llevaba unos vaqueros ajustados, un jersey fino y ancho de color gris y unas botas Caterpillar de color rosa que debían ser de Gabbs, porque nunca se las había visto a Gwen.

Y, por un momento, me preocupó todo lo que podían haber hablado de mí, mientras dormía. Luego llegué a la conclusión de que no debía haber sido malo. Quizá mi familia me había dejado hasta en buen lugar.

Al salir de la casa nos topamos de frente con Ari, que estaba plantada en medio del camino que llevaba a la casa, al sol, haciendo posturas de yoga directamente sobre la grava.

—¿Qué haces, Ari? —pregunté, ajustándome mejor la mochila a la espalda, pero sin soltar la mano de Gwen, que se había convertido en mi salvavidas tras el encuentro con mi padre.

—Yoga. Estoy estresada. Lo haría sobre un terreno más cómodo, pero tu padre me tiene harta.

Estaba seguro de que una cosa no tenía que ver con la otra, porque tenía césped dos metros más allá, pero no comenté nada. Mi hermana se había cambiado la ropa ancha y colorida por un atuendo deportivo y demasiado ajustado de color negro, que estaba manchado de polvo.

Yo agité la cabeza, dispuesto a seguir adelante, tratando de ignorar lo rara que era mi familia, cuando Ari corrió para plantarse delante de mí.

—¿Puedo irme contigo? —me pidió, jugando con el aro de su nariz, en el centro de esta—. Bueno, con vosotros.

—Seguro que no, creo que vamos a tener sexo —me reí.

—¡Peter! —se quejó Gwen y solo necesité un vistazo para ver que estaba roja entera.

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now