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Gwen

Los alumnos iban emocionados con la explicación de la guía, mirando las reconstrucciones de animales extintos y los restos intactos de estos. Se codeaban unos a otros para señalarse dientes enormes y garras, pero mantenían un tono bajo que me tenía encantada y sorprendida a partes iguales. Sin embargo, iba más pendiente de Peter que de ellos.

No podía quitar la vista de encima del profesor. Y ni siquiera estaba muy segura de por qué. El viernes, tras contarnos mutuamente nuestras patéticas historias matrimoniales, él se sentó tan cerca de mí que pensaba que iba a... pasar algo. Sin embargo, le llemaron por el móvil. Él maldijo con palabras que no iba a reproducir, pero se disculpó para salir a responder. Volvió diez minutos después, con mala cara, me dio un beso en la mejilla casi distraído, que me aceleró el corazón hasta el límite sano, y se disculpó porque debía irse.

Después de eso estuve tan liada con las clases y acabar de preparar aquella excursión que no le vi más que cruzarnos por algún pasillo del instituto. Peter me sonreía en cada ocasión, pero tampoco había intentado entablar conversación.

Pasamos de sala, hasta una «sensitiva», con la luz tenue y diferentes lugares dónde tocar, oler o mirar con microscopios. La guía dejó a los chavales por su cuenta y todos corrieron para tocar. Yo metí la mano en un agujero redondo para tocar las garras de un Therizinosaurus. Apenas lo había rozado cuando sentí el calor de Peter contra mi espalda y su mano invadió mi agujero para rozar mis dedos dentro de este. Me sonrojé al darme cuenta de que me estaba acariciando con suavidad.

—Me he percatado de que no dejas de mirarme, Gwen —murmuró, cerca de mi oído.

—Me preguntaba en qué punto estamos —bromeé, por restarle tensión al asunto.

—Diría que en el cretácico, profesora. Pero la experta en historia eres tú...

—Juraría que esto compete a tu rama, más que a la mía —repliqué, pero se me escapó una risa.

—Yo me especialicé en biología humana —aseguró, en un susurro tan íntimo que no pude contestar.

Peter movió los dedos sobre los míos, acariciando el dorso de mi mano y a mí se me aceleró la respiración. Quizá era por estar haciendo aquello en un lugar público.

—Diría que no estás haciendo bien el ejercicio —murmuré, mordiéndome el labio.

—Ah, ¿no? ¿Me ayudas?

Sentí su aliento en mi cuello y me puso toda la piel de gallina. Tuve que controlarme para no gemir, aunque no pude evitar que me temblasen las rodillas. Sujeté sus dedos entre los míos y los moví sobre la superficie de la garra.

—¿No crees que estos agujeros preparan a los adolescentes para los de los bares de carretera cutres...? —me dijo.

Me solté de él con una carcajada. Aunque estaba segura de que debía horrorizarme de su declaración. Sin embargo, Peter era tan genuino y sincero que no podía evitar reírme con él.

—No sé si nos conocemos tanto como para compartir esos gustos, Peter —bromeé, pasando de largo.

Un par de chicas corrieron hasta él, interrumpiendo lo que iba a decir. Empezaron a llamarle para que fueran con ellas a ver algo y Peter me lanzó una mirada de disculpa antes de seguirlas. Yo volví a pasear entre las reliquias del pasado, contando alumnos con la vista para asegurarme de que todos seguían por allí.

Traté de desviarme al ver a Colton mirándome fijamente desde una de las esquinas oscuras dónde hablaban de diferentes tipos de suelo. Si hubiera podido elegir, no lo habría llevado a aquella excursión, pero era a medias entre su departamento y el mío, y ya estaba en marcha cuando yo había entrado a trabajar. Por desgracia la profesora a la que yo sustituía había decidido ponerse de parto en navidades, así que me había perdido un trimestre entero.

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Where stories live. Discover now