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Peter

No había logrado ver a Gwen en todo el día. Salvo un momento en el que nos habíamos cruzado cuando yo iba a cuidar el recreo y ella salía de la sala de profesores. Y en ese momento prácticamente me había ignorado. No quise insistir, porque había más profesores alrededor, pero me había preocupado ligeramente su actitud.

Al salir de clase me había ido a casa y le escribí varios mensajes, pero no obtuve ninguna respuesta. Al final, cedí. Porque quería dejarla en paz para que se aclarase o lo que fuera. Si ella aún creía que lo nuestro solo era «divertido», quizá necesitaba tiempo para darse cuenta de que no era así. O no solo eso.

Pero estaba preocupado, así que a media tarde fui a verla. Ya le daría tiempo al día siguiente o algo. Claro que no estaba preparado para su reacción.

—Oh, eres tú —me dijo, en cuanto abrió la puerta de su casa.

A ver no esperaba que se lanzase a mis brazos, pero... Vale, sí que lo esperaba. ¿Tan malo era yo para que me saludase con esa apatía?

Me tomé un momento para analizar la situación y entender qué pasaba. Llevaba unas mallas grises y una sudadera que le quedaba casi de vestido, del mismo color. Además, tenía el pelo recogido a medias en una coleta y los ojos muy rojos. ¿Había estado llorando?

—Yo también me alegro de verte, nena —bromeé, haciéndola sonreír un poco.

Aunque no se apartó para que pasase. De hecho, me pareció que se sujetaba un poco a la puerta, como si fuera un escudo que la protegiese de mí.

—¿Qué pasa? —me preguntó.

—Quería verte. ¿Tiene que pasar algo? ¿Y los niños?

—En casa de mis padres. Va a venir Ian a por sus cosas, deberías irte.

—Ah. ¿Y crees que es buena idea que estés sola cuando venga? —curioseé, ligeramente cabreado—. Sin mí para recibir los golpes, a lo mejor sales peor parada...

—Ian nunca me ha pegado, Peter, es que no tengo ganas de esto ahora.

Se mordió el labio y me morí de ganas de besárselo y mordérselo yo mismo. Me hubiera encantado sujetarla de la cintura y levantarla contra la puerta mismo, para demostrarle las ganas que tenía yo de esto siempre. Con ella.

Pero claro, Ian iba a por sus cosas y ella querría asegurarse de que tenía alguna opción con él. Aún. Pese a los cuernos. La violencia. El divorcio...

—Si tanto le quieres, ¿por qué te divorciaste? —Traté de mantener un tono sosegado, pero estaba alterado.

—La vida adulta es complicada —resopló un poco y me pareció que revivía, porque hasta entonces parecía un zombi—. Deberías saberlo.

—¿Yo? Mira que me he divorciado veces, pero nunca me he arrepentido de hacerlo.

—¿No? ¿Tampoco de casarte ninguna de esas veces?

—Pues no. Lo hice porque lo sentía así. Igual que ahora siento que quiero besarte y comerte entera.

—¿También sentías que debías casarte con una de tus estudiantes?

La miré boquiabierto. A ver, era verdad, pero con matices. Lo que no sabía era de dónde lo había sacado ella. Miré alrededor, como si alguien pudiera oírnos allí y me colé en su casa. Tirando de su mano para llevarla a la salita de estar. No pensaba dejar que me echase pensando que yo era lo que no era.

—¿Qué sabes de Beck? —pregunté, cuando la hice sentarse a mi lado en el sofá.

—¡Dios mío! ¿Es verdad? Pensé que ibas a negarlo, pero hasta tiene nombre...

Cuando decidas madurar - *COMPLETA* ☑️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora