Volcanes dormidos.

Dulce introducción al caos.

Por fin ha llegado carnavales. Nuestras chicas estaban emocionadas, llevaban días sin verse, pero no habían perdido el contacto ni un solo momento. Sus móviles estaban llenos de mensajes de buenos días, de risas, de confidencias. Habían sido el motor diario la una de la otra. Se habían dado las buenas noches, todas las noches, y habían soñado juntas. Ninguna decía nada, y sin embargo se decían todo.
A las dos también, les asaltaban las dudas. ¿Y si ella trata así a todas sus amigas y yo no soy mas especial? ¿Y si estoy malinterpretando cada gesto y me doy la hostia de mi vida? ¿Y  si rompo la amistad mas bonita que he sentido nunca?

Se sentían tan cerca y tan lejos. La relación que había surgido en aquel café parecía ser cada día mas tenaz, y aún así la sensación era, que un paso en falso podía acabar con todo.

Pero ese día no, ese día era su día, iban a dejar de ser Inés Arrimadas e Irene Montero, para ser solo Inés e Irene. Dos amigas increíbles, disfrutando, bailando y bebiéndose las calles de Madrid.

El tren dio el aviso de llegada a Atocha, Inés estaba a punto de llegar y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Estaba tan nerviosa que por un momento deseó estar en otra parte, sola, y a salvo de esos sentimientos que la invadían.
Solo tuvo que bajar del tren, para comprobar una vez más que esa otra parte donde ella quería sentirse a salvo, era la preciosa sonrisa de Irene.

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Irene tenía que hacer mil cosas antes de llegar a la estación, el tren de inés llegaría a las doce en punto. Pablo se quedaría con los niños todo el día del sábado, le había dicho que se iba con Carla y que necesitaba un día de chicas. No es que a Pablo se le hiciese raro, pero había algo en Irene que le resultaba extraño. Cada vez que hablaban del plan del sábado Irene volvía a dar demasiadas explicaciones, explicaciones, que Pablo jamás le había pedido y que jamás había necesitado. 
La casa de Carla no estaba muy lejos, pero para tranquilidad de Irene, Pablo había decidido ir a Vallecas para que los niños viesen a su abuela,y no volverían hasta el domingo. Ellos salieron de casa antes que la propia Irene, que los vio salir de allí con el corazón encogido. Sabía la familia que tenía, los adoraba. Adoraba su relación con Pablo, y sabía que era un hombre increíble que no merecía en absoluto la traición que ella planeaba. Sin embargo cuando le miraba, a pesar de ver a ese hombre increíble, paciente y bueno, no sentía la pasión y desenfreno que la volvía loca desde hace unas semanas, si no un sentimiento de cariño y de admiración que perfectamente podría ser de verdad una gran amistad y no un gran amor. 
Solo cuando aceptas que tu mundo entero ha dado una vuelta de 360 grados y que lo que empezaba siendo una amistad se ha convertido en amor, y el que era un amor, es solo una gran amistad, sacas toda la valentía que llevas dentro  y te lanzas al vació. Ahora la lucha de Irene era saber si realmente podría tirar todo por la borda.

Y junto a esa montaña de pensamientos y de sentimientos encontrados, cogió lo indispensable y salió de casa, rumbo a Atocha.

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Irene levantó la mano, su corazón bombeaba con tanta fuerza que todas las alarmas de su cuerpo se dispararon, ya no podía pensar, ni hablar, ni moverse, y en ese punto se quedó hasta que Inés llegó a ella, y la abrazó tan fuerte que la desarmó.

Inés se refugió en sus brazos, se escondió en su cuello y cerró los ojos. Irene la estrechó contra ella, y le acarició el pelo. 

- Tenía tantas ganas de verte...- le susurró a Irene en el oído.
- Ya estás aquí cariño - Respondió la podemita mientras le acariciaba, y le daba un beso de cariño sobre el pelo.
Inés había pasado una semana horrible sobre todo con Xavi, e Irene lo sabía, sabía que la necesitaba más que nunca. Y en esa estación llena de gente, parecía que no existía nadie mas.