Villa Irenés.

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Los tres días de hospital pasaron rápido. Inés recibió visitas de familiares, amigos y compañeros de partido. Algunos preocupados y algunos, como decía ella, por el chisme. No solo corría la voz de estar en el hospital por problemas con el embarazo. Casi todo el congreso sabía que había algo entre Irene y ella.
No era de extrañar, ya que Irene se turnaba con Melisa para que mientras una estaba con Noe y los peques, la otra pudiese estar con Inés y durante sus turnos a Irene le había tocado coincidir con compañeros y compañeras rivales que recordaba de los enfrentamientos en la asamblea, aunque apenas había hablado con ellos.

Inés disfrutaba viendo como Irene se deshacía por complacerla, atendiendo y cuidando que a nadie le faltase de nada, con total naturalidad. Cuando no era un familiar, era alguien del partido, y aunque se esforzaba por disimular los nervios, Inés podía sentir como se le aceleraba el corazón. "Pero que guapa estaba cuando le temblaba de esa forma el cuerpo". Pensaba ella.

En una de las visitas, Irene se había dormido cogida de su mano, y llegaron Lorena Roldan y Marina Bravo. Irene nunca las había soportado, y tampoco pudo hacerlo en esta ocasión, pero ¿Que no se hace por amor? Se despertó  por el ruido de la puerta, y las voces que traían, sin pensar que Inés podría estar descansando. Se incorporó en la silla y miró sus caras, que no salían del asombro de verla allí. A pesar de su falta de educación, se acercó a ellas, y como con todo el mundo ofreció su silla, y les dijo que si necesitaban algo se lo dijesen. Las muy perras como si fuese una criada contestaron que si les podía traer un café.

La mayoría de la gente, no necesitaba nada, y algunos  otros respondían que eran ellos los que quisieran ayudar. Luego estaban esas dos, y sus aires de grandeza. Inés salió en su defensa, y  le dijo que no era necesario que trajese nada, que seguramente Lorena y Marina no tardarían en irse. Pero Irene se giró hacía ella, y con todo su papo moreno le plantó un beso en los labios y se fue a por un par de cafés. "Tranquila mi amor, que mientras esté yo aquí a estas señoras no va a faltarles de nada."La cara que se le quedó a Inés después del beso y ese "señoras", os aseguro que no fue ni la mitad de graciosa que la que se le quedó a las otras dos.

En la visita de sus padres y sus hermanos, Irene llegaba de casa con cosas para el aseo personal. Saludó a todos feliz de volver a verles. Doña Inés estaba hecha un manojo de nervios ante la situación en la que estaba su hija, y no paraba de darle las gracias por cuidarla.
Esta vez Rufino la abrazó, dejando helados a todos los de la habitación. El pobre hombre replicó que no era un monstruo.
Inés les había contado como se turnaba y dejaba a sus hijos con sus amigas para poder estar con ella. Si contásemos las horas que  había dormido durante esos días, nos sobrarían dedos de las manos. Imagino que cuando tu mismo, como padre, no puedes salvar a tu niña de sufrir algo como esto, agradeces que la persona que esté a su lado la cuide, y te olvidas de si es hombre o mujer.

Y hablando del aseo, sin duda el momento de la ducha fue el favorito de todos los que vivieron en el hospital. Irene se había ofrecido a ayudar a Inés, y los auxiliares le habían dado algunas nociones por si en algún momento se encontraba débil y sin fuerzas.
Si supieran con  la de sin fuerzas  que se iba a quedar, no se habrían ido de esa habitación.

Para no mojarse, Irene también se quitó la ropa y empezó a enjabonarla con muchísimo cuidado. En defensa de Irene diré que se estaba tomando muy en serio su trabajo. Pero fue imposible escapar de esa mujer.

Inés estaba sentada en una de esas sillas que hay en la pared de la ducha de los hospitales, e Irene frente a ella le ayudaba a  enjabonarse  el pelo.

- Estás muy sexy haciendo de peluquera...
Se mordió el labio inferior y con las manos, acarició su cuerpo impulsándola sobre ella, y situando su boca a la altura de los pezones.
Irene le aclaraba el pelo, intentando controlar tantos impulsos, Inés ladeó su cabeza y su cuello, fue demasiada tentación para unos labios que se morían por besarlo.

Volcanes dormidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora