Cuídala.

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Irene había vuelto de Barcelona, no dejaba de escribirse con Inés, de sentirse tan cerca de ella y tan lejos del mundo que parecía que estaba viviendo otra realidad.
¿Que podía hacer con tantos sentimientos callados, cuando solo quería gritarlos?
Sabía que era una situación insostenible, que tendría que acabar, no podían tirarse toda la vida escribiéndose a escondidas, pero lo cierto es que cada vez que le escribía se le olvidaban los imposibles...

Pero esa noche algo lo cambió todo. Pablo llegó con un ramo de rosas y una nota que decía "Perdoname, intentaré ser el hombre que necesitas"
- Cariño se que últimamente estas muy rara y que algo te pasa... no se que he hecho o que no he hecho, pero sabes que puedes contar conmigo para todo y que intentaré ser el hombre y el padre que debo ser...
Irene  no podía creer lo que estaba escuchando, a punto estuvo de pellizcarse.
- Dios Pablo, no! no has hecho nada cariño de verdad, es cierto que tengo una época un poco rara, pero no has hecho nada,  tienes que estar tranquilo porque no has hecho absolutamente nada que me haga cambiar! Esto pasará, estoy segura...
Pablo la abrazó y le dijo.
- Se que algo ronda esta cabecita, pero esperaré a que quieras contarme lo que sea...
Irene le correspondió al abrazo.
- Perdóname tú por estar tan rara...y si, quisiera contarte algunas cosas pero...es que no se como...

Se le cayeron dos lagrimas, de tristeza, de desesperación. Sabía lo injusto que era todo, pero que iba a decirle? que podía decirle? No se merecía esto, no señor. Debía tomar una decisión con rotundidad.
Al día siguiente escribió el mensaje para Inés. La decisión estaba tomada, no podrían volver a hablar de ellas. Ellas ya no existían.
Ese solo pensamiento hizo que todas sus ilusiones se convirtiesen en  nubes negras, que teñían todo de oscuridad.

Desde ese momento se propuso ser la mujer que Pablo necesitaba y no al revés. Aparto su vida laboral un poco y le dedicó tiempo a su familia. Se llevaron a los niños al cine, no entenderían nada, pero se portaron genial. Salían a pasear juntos a sus mascotas y compartían risas y charlas. También le hizo su plato favorito, y compró un buen vino. Nunca solían beber vino, pero eso se le había pegado de alguien.

Lucho uno, dos, tres, cuatro días seguidos, con una sonrisa, fingiendo que todo volvía a estar bien...pero no llegó un quinto.
Pablo llegó a casa, era casí la hora de cenar. Y esta noche le tocaba a él preparar algo especial. En la cocina encontró a Irene con una bolsa de papel respirando con dificultad. Le había dado un ataque de ansiedad.

- Irene! ¿Que ha pasado ? ¿Estás bien?
Irene le hizo una señal con la mano de que se tranquilizase y después retiró la bolsa

- Tranquilo, tranquilo Pablo, estoy mejor... es solo que sentía que no podía respirar, me estaba ahogando y he cogido esto, como en las películas, yo que se...
- Irene no puedes seguir así...esa ansiedad es lo que te callas, lo que te pasa por dentro. Y si no puedes confiar en mi para algo así, no voy a poder ayudarte.
- No es tan fácil Pablo...
- Pues tendrás que hacerlo aún siendo difícil.
Irene cogió una bocanada de aire, tenía los ojos hinchados y las mejillas rojas.
- Pablo no estoy bien, pero no es tu culpa... es solo mía, la he cagado, he metido la pata hasta el fondo y no puedo sacarla....

Ese ataque de ansiedad era el resultado de todo lo que Irene tenía dentro. Las cosas no eran tan fáciles, no se trataba de un capricho y unos cuernos. Lo que a Irene se la comía por dentro era que estaba luchando por una vida que no quería, y que la que quería no estaba luchando por ella. Quizá necesitaba tiempo, para ella, para pensar, desconectar y olvidar...
Irene se mantuvo callada un par de minutos más, intentando tranquilizarse, pero en su cabeza los pensamientos se sucedían con rapidez.
Pablo se la llevo al salón y se sentó frente a ella.

- Irene, no quiero presionarte...desde hace un tiempo te he notado muy extraña, pero me dije a mi mismo, "si es importante, ella te lo contará." Veo que es importante, pero que no me estas contando nada, y eso me asusta aún más. Ahora necesito pedirte que me lo cuentes, por los dos.

Volcanes dormidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora