En una cajita

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- ¿Son cosas mías, o estás especialmente guapa esta mañana?
Inés salía de la habitación terminado de ponerse los pendientes, vestía un body de encaje negro con escote en V, pantalón de vestir pitillo, y unos botines de tacón fino.
- ¿Te gusta? Hoy tengo una sesión de fotos, no se si te lo comenté anoche, porque claro, fue llegar a casa y olvidarme hasta de mi nombre. - le sacó la lengua divertida.

Se acercó por encima de la mesa, levantando un poco el mentón y dejando unas vistas maravillosas a su podemita.
- Ven aquí anda morbosa! - dijo una Irene que no podía dejar de morderse el labio mientras la observaba imponente ante ella.

Inés se sentó de espaldas sobre sus piernas. Irene la abrazó rodeando su cuerpo para encontrarse con sus manos y respiró de su cuello, como si pudiese alimentarse de él.
- Hueles tan bien...debería ser un pecado oler así. - Inés sonrió sabiendo lo irresistible que le resultaba con ese perfume.
- Cualquier cosa que pueda hacer para tenerte, la haré. Este perfume es una de ellas.
- Es verdad que eres una brujita...
Inés se giró un momento.
- Como que ¿"es verdad"?
Con risa de canalla, Irene terminó de girarla para encontrarse de nuevo con ella.
- Nada cariño es una tontería.

Inés miró el reloj. - Agradece que te has salvado de ésta porque tengo que irme!
- ¿Ya? es muy pronto Inés.
Mientras recogía todas sus cosas para no olvidar nada, le explicaba porque tenía que salir hoy antes hacía el trabajo.
- No solo tengo muchisimo trabajo si no que hoy además del trabajo exra de la sesión de fotos, tengo que entrevistar a mi nueva ayudante.
- No sabía que fueses a tener una ayudante...
Con todas las cosas en las manos Inés frenó un segundo.
- ¿En serio, no te lo dije? Mira, sabes que? esto es culpa tuya! no puedes mojarme los labios de vino y llevarme al orgasmo nada mas entrar por la puerta. Luego pasan estas cosas.
Se dirigieron a la puerta.
- Bueno, si no quieres que vuelva a hacerlo solo tienes que decirlo.
Inés con la mano que le quedaba libre cogió su cara y la besó. Iba a darle el tipico piquito inocente de antes de salir hacía el trabajo, pero con Irene eso era imposible.
La de podemos la atrajo de nuevo contra ella, y con su lengua recorrió sus labios, buscando a la digna adversaria que tantas alegrías le había dado.
Inés tiró al suelo todo lo que llevaba encima, y se dejó apresar contra la pared, torturada y desbancada por esa boca a la que no podía negarse.

A duras penas logró salir de allí, tan perfecta como siempre, pero un poco más ruborizada.

....

Irene.

Sentada en la mesa, y mirando a ningún sitio en concreto, daba otro sorbo su café. Cogió su móvil para acceder a la galería, y poder encontrar una foto que poner en el salón. Bueno pensándolo bien, tendrían que ser dos, una con Inés, y otra en la que salieran también Manu y Leo. ¿Como iba a dejar fuera a sus tesoros?
Pasando las primeras fotos, llegó a carnavales, al comienzo. La vida había dado un giro de 360 grados desde entonces.

Se paró a mirar con mas detenimiento una foto que le había hecho a Inés, cuando recién disfrazada, cogió un tenedor a modo de micrófono y se presentó ante ella como su nueva dueña y señora, Madame Arrimadas.

"Ya en ese momento eras mi dueña..." pensó. Acarició el móvil como si pudiese rozar su piel. Salía majestuosa.
Sin poder evitarlo seleccionó la foto, y pulsó en "compartir".
"Mirate Madame Arrimadas, aquí ya eras mi dueña y señora, y todavía no lo sabías."



Las siguientes fotos eran anteriores a Inés, de una vida que parecía tan lejana...
Volvió a salir de la galería y marcó el número de Pablo. Al otro lado de la linea Iglesias contesto a la llamada.
- Hola, buenos días! - su voz sonó algo entrecortada.
- Hola Pablo, ¿Todo bien? te oigo como cansado.
- No, tranquila, todo bien, es solo que estaba colocando las sillas de los niños en el coche, y ya sabes que es un incordio!
La cara de ternura que ponía Irene al pensar en sus hijos, si que era digna de tener en el salón.
- Anda y donde vais? ¿Como están mis tesoros?
- Vamos a ver a mis padres y a comer con ellos, tienen muchas ganas de verlos. - Pablo conectó el manos libres del teléfono al coche y arrancó. - Tu ¿como estás? Son muy pequeños, pero sus ojos me dicen que si supieran hablar solo preguntarían por ti.
Esa frase le hizo un nudo en la garganta.
- Pablo, no me digas eso que me rompo...
- No, no cariño, digo Irene! No lo digo porque se sientan abandonados, ellos están bien, y son solo unos bebés. Solo digo que, bueno... que estoy seguro de que te echaran tanto de menos como yo.

Volcanes dormidos.Where stories live. Discover now