Nuevos planes

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Apenas apareció en la mansión Malfoy las náuseas volvieron en oleadas aunque menos fuertes de lo acostumbrado. Se tomó unos segundos para recomponerse antes de tragar la poción.
Podía manejar sus negocios desde la casa de Lupin, no tendría ningún problema ya que después de todo ya no se veía con quienes negociaba cara a cara. Su apellido no tenía el mismo status y su presencia tendría menos poder, así que hasta que los vientos que había dejado la guerra se calmaran se mantendría tras los papeles.
Caminó directo a su despacho y empezó a llamar a algunos elfos dándoles indicaciones, tendría que llevarse varias cosas aunque debía tener mucho cuidado con lo que eligiera. Pensó por unos segundos avisarle a Cissy y a su hijo pero luego lo descartó, ya se darían cuenta ellos solos y, además, seguía enfadado con ella por haber ido hablar con Lupin sin consultarle.
— ¿Qué está ocurriendo aquí? — Lucius casi quiso resoplar al escuchar la voz de la rubia, había olvidado que las mujeres tenían un sexto sentido cuando se trataba de ocultarles algo. Acomodó un poco su túnica antes de darse vuelta para mirarla.
—Querida. — agarró su mano y la besó sin responder la pregunta antes de darse vuelta de nuevo pidiéndole a los elfos que empacaran ciertos libros.
—Lucius. — Narcissa dijo su nombre un poco más alto como pidiendo explicaciones, el rubio se cruzó de brazos y pensó en ignorarla, pero tal vez eso solo haría que se ganara el enojo de su amiga.
—Debo mudarme con Lupin por un tiempo. — fue escueto el decirlo, si ella seguía sus conversaciones con el hombre lobo sabría toda la historia. Imaginándolos a ambos tomando té y hablando de él le revolvía el estómago, sobre todo ante el hecho de que para el hombre lobo ella no era del todo indiferente. Pudo casi imaginar el gesto de sorpresa –fingido, si ya había hablado con Lupin- pero no volteó a mirarla.
—Oh. Entonces no te molestara que Draco y yo consigamos otro lugar para vivir ¿Verdad? — Lucius frunció el ceño y luego se dio vuelta, Narcissa lo miraba con seriedad y eso lo hizo suspirar. Era verdad, la única razón por la que ambos seguían ahí era para hacerle compañía. Cissy ya no se sentía cómoda ahí y Draco pasaba más tiempo afuera que adentro.
Había dejado que su molestia lo cegara de señales muy obvias. Su esposa era una serpiente como él y pertenecían al mismo bando, eran una familia después de todo, no podría haber habido malicia contra él al ir a hablar con Lupin. Se acercó en silencio y acarició la mejilla de la dama haciendo que esta le sonriera.
Casi como un destello podía recordar sus años de enamoramiento hacia ella, era irónico que aunque se hubieran casado nunca había sido correspondido.
—Los elfos pueden mantener la mansión solos, ustedes pueden elegir alguna de las otras propiedades o una nueva para vivir, pero me gustaría saber a dónde van así se dónde dirigirme si quiero verlos. — le sonrió antes de dejar un suave beso en su frente rodeándola  con sus brazos. Era tan acogedor y conocido, la calidez de ella contra él, su forma de apoyarse.
Narcissa le devolvió el abrazo luego de varios segundos, aferrándose un poco a su espalda.
—Lucius, no cometas ninguna tontería. — murmuró suavemente sin soltarlo, casi como que si fueran niños de nuevo hablando de su compromiso.
—Lupin no es rival para mí. — se burló alzando su mano y acariciando el cabello de su esposa.
—Lucius, hablo enserio. No juegues más con fuego, deja que los rencores de la guerra se enfríen antes de empezar a tirar hilos. Tienes un año ¿No? No empieces a rasgar demasiado pronto. — Narcissa se separó para mirarlo a los ojos, lo que ambos se decían sonaba bastante a una despedida y eso lo hizo sospechar que ella planeaba irse a otro país o, tal vez, pedirle el divorcio.
—Lo prometo. — se separó del todo antes de volver a dar algunas órdenes a las criaturas, la dama suspiró. Sabía que Lucius era bastante terco y que sus palabras estaban realmente vacías en ese momento.
Narcissa lo acompañó por media hora más, ambos hablaron de algunos detalles y prometió hablar con Draco al siguiente día. Luego al fin pudo volver a la casa del hombre lobo.
Lupin aún no había llegado pero ya le había dado una habitación en la primera planta para que usara como despacho y una habitación en la segunda planta cercana a la suya. No había mostrado sorpresa al enterarse de ello, pero si se había sentido algo confundido pero luego lo descartó, tal vez la distancia en las habitaciones era algo que podría sobrellevar bien.
Había elegido tres elfos y una elfina para que viniera con él, quienes se pusieron a ordenar enseguida.
Lucius se deslizó hacia la habitación que habían compartido mientras los elfos hacían su trabajo, respiró algo profundo sintiendo el cosquilleo en su marca al sentir el aroma del alfa. Dudó pero al final agarró una de las almohadas de ahí, saliendo de manera rápida para ponerla en su propia habitación.
Lupin no tenía por qué entrar ni porque enterarse de que había secuestrado una almohada ¡Por Merlín, sonaba totalmente ridículo para un hombre como él! Aunque tal vez eso tenía que ver con que se había negado los supresores, sus instintos estaban a flor de piel y… estaba haciendo un nido. Frunció la nariz con desdén, recordaba vagamente que fueron pocos los celos que no había suprimido y estos fueron durante la adolescencia, siempre había hecho como un fuerte de mantas y almohadas donde tendía a estar. La magia ayudaba bastante bien a mantener todo seco y por ello su nido se mantenía durante los tres días.
Salió de su habitación dando un portazo, tirando la almohada contra el suelo antes de salir. Caminó rápidamente hacia su nuevo despacho preguntándose donde había dejado los malditos supresores aunque realmente no planeaba tomarlos hasta que sintiera que empezaba. Realmente no quería hacerse la prueba de embarazo y esa era la mejor manera de saber que era negativo.
—Lucius. — ni siquiera miró hacia Lupin al escucharlo abrir la puerta y entrar a la casa, trató de mantenerse quieto aunque quería aferrarse a él. Suficientemente vergonzoso había sido el detalle de la almohada como para poner algo más en su lista. —No has tomado tus supresores. — le recordó el menor mientras se paraba a su lado. Lucius resopló sin querer explicar su comportamiento así que solo dio algunas órdenes más a los elfos.
Sabía que no debía ser cortante ni distante si quería ir ganando terreno pero había algo que lo estaba irritando. Miró hacia Lupin notando ese leve aroma en él.
Aroma a omega.
A otro omega, que seguramente había abrazado.
Frunció el ceño pero luego miró hacia otro lado tratando de mantener el tono desdeñoso en su voz.
—Puedo elegir no tomarlos, Lupin. — sonrió de lado cruzando sus brazos, Remus suspiró negando con la cabeza.
— ¿Vas a tomar el camino de la piedad, de nuevo, para conseguir lo que quieres? — atacó directamente. Lucius arqueó una ceja y dejó escapar una risa.
—No, Lupin. Toque tu ego para convencerte, no tu piedad. — el rubio se acercó rodeando su cuello con sus brazos, sonriendo aún de manera algo burlona pero de manera inconsciente tratando de quitar las feromonas extrañas de su pareja —No pudiste resistirte a ser el primer alfa que follara a Lucius Malfoy. — susurró por lo bajo antes de acariciar su mejilla con un dedo, bajando hacia su cuello con diversión.
Remus lo miró furioso, con los ojos casi brillando en dorado lo que hizo que un escalofrío lo recorriera. Iba a apartarse recordando su promesa a Cissy cuando el alfa apoyó su mano en su nuca antes de atraerlo hacia él besándolo con fuerza. El rubio jadeó sorprendido pero devolvió el gesto apenas pudo recomponerse, aferrándose un poco a él.
Ambos se separaron casi jadeando, Lupin lo agarró de los brazos apartándolo de él.
—Te tomas tus supresores o voy a embarazarte, Malfoy. — gruñó por lo bajo antes de salir caminando escaleras arriba. El patriarca se quedó quieto por varios segundos sintiendo su cuello y mejillas calentarse, resopló molesto apretando los puños porque eso lo había tomado completamente desprevenido.
Su corazón latía con fuerza haciéndolo enfurecer más.
Debía tomar los malditos supresores de una vez, no estaba esperando y no lo estaría. ¡Por Merlín, que no!
— ¡Twinky, tráeme la cena a mi habitación! — ordenó antes de subir las escaleras aun sintiendo el enojo bullir de él, odiaba que lo tomaran con la guardia baja pero lo que más odiaba era que le voltearan el juego. Tan cerca del celo no podía planear bien, así que tomaría el supresor más fuerte que tuviera.
Agradeció que las habitaciones tuviera su propio baño privado así pudo relajarse sin tener que cruzarse con Lupin. Se bañó y cambió, pero al salir del baño su vista volvió a clavarse en la almohada que había traído y tirado, se removió incomodo pero luego resopló. Nadie lo estaba viendo después de todo.
La agarró y la tiró sobre la cama antes de sentarse, en quince minutos los elfos aparecerían la comida y luego por fin podría tomar su medicina y dormir. Aun se sentía algo revolucionado por las palabras del alfa y eso solo lo hacía sentir malestar, siempre había sido bueno manejando su instinto y ahora estaba descontrolado.
Suspiró mientras peinaba su cabello mientras pensaba que hacer los días siguientes. Lo mejor era tratar de cruzarse lo menos posible con Lupin los primeros días, al parecer podían dormir en distintas habitaciones y eso no haría que se sintieran enfermos.
Escuchó los pasos del licántropo en el pasillo y dedujo que iría a preparar su cena, no pensó demasiado en ello mientras comía la propia. Sentía algo de malestar por ser ignorado pero trató de tirar lejos esa sensación, él también lo estaba ignorando así que no debía sentir absolutamente nada.
No se acostó hasta escuchar los pasos de nuevo, sacó su varita y la puso sobre la mesita de luz para poder agarrarla ante cualquier emergencia. Había puesto algunos hechizos para evitar que la puerta o la ventana se abrieran, pero no estaba seguro si esos hechizos funcionaban dentro de las protecciones de Lupin.
Se acostó y trató de dormir.
Se removió por varios segundos sintiendo de nueva esa ansiedad, quería pararse y caminar hacia el cuarto continuo, aferrarse al alfa hasta quedarse dormido. Rodó acostándose sobre su espalda y abrió los ojos para mirar el techo.
¿Lupin sentiría lo mismo?
No sentía nauseas pero las sensaciones era lo suficientemente molestas como para perturbar su sueño. Se tapó completamente y lo intentó de nuevo, de mala gana agarró la almohada y se aferró a ella sintiendo el aroma del alfa. El aroma de Remus estaba en toda la casa o al menos lo suficiente para que quedara claro que era su territorio, pero parecía que eso no era suficiente para su omega.
¿Tal vez el hecho del aroma de otro omega en el hombre había hecho despertar ansiedad? ¿Qué omega sería tan cercano como para marcarlo con feromonas y que él no se diera cuenta? O lo peor ¡Que no le importara! ¡El mínimo de respeto se merecía al menos! No quería que fuera una guerra constante durante los doce meses pero si Lupin lo había hecho a propósito podía tener una idea de cómo serían sus días ahí.
En medio de sus pensamientos un nombre apareció.
Tonks.
El aroma era levemente parecido al de Narcissa, tal vez por el hecho de que era su sobrina. Andrómeda era alfa así que era algo natural que el aroma de su hija se pareciera más al del padre o al de su tía. Resopló mientras volvía a moverse aferrándose con más fuerza a la almohada.
¿Lupin había ido a verla? ¿Para que, con qué motivo? ¿Por qué justamente cuando se mudaban juntos?
—Te odio, maldito lobo. — gruñó con fuerza.

No te metas con el lobo.Where stories live. Discover now