Caminos

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Tembló ligeramente al sentir que quitaba su pata de encima y se incorporó un poco dando un quejido, su cabello se había pegado a su cuello y no pudo evitar inclinarse un poco hacia él cuando lamió su mejilla.
Buscó la varita a tientas pero su mano cayó a un lado para apoyarse en el pasto, se sentía bastante cálido y seguro, mientras más respiraba podía sentir esa sensación que lo presionaba hacia abajo. Sería bastante fácil rendirse a la comodidad, a ser manejado.
Se arrodilló con cuidado tratando de no molestar al lobo quien seguía olfateando su cuello, gimoteando por lo bajo al sentir su fría nariz contra su piel. Se agarró un poco más del pasto sintiendo la humedad entre sus piernas lo que los hizo presionarlas un poco más entre sí, tan concentrado en eso que no pudo evitar un respingo de sorpresa cuando la bestia agarró con sus fauces el cuello de la bata tirándolo hacia abajo sin romperlo, haciendo que esta quedara enganchada en sus codos para dejar su torso expuesto. El omega apoyó una mano entre las orejas del lobo gimiendo por lo bajo, el animal seguía olfateando y lamiendo de manera suave como buscando alguna marca.
Eso no estaba bien, estaba haciendo un desastre.
Se sentía tan abrumado como lo estaba en el celo y esa sensación no dejaba de recorrerlo.
Él no iba a perdonarse si algo pasara, sabía que no había manera de convencerlo de que no había sido su culpa y ese pensamiento logró hacerlo volver en si un poco. Clavó sus uñas en el pelaje del animal rodeando su cuello con sus brazos ocultando su rostro en él.
-Por favor... basta...- Lloriqueó, el lobo se congeló alzando las orejas y luego se apartó completamente dejando que las manos del patriarca cayeran sobre el pasto, pero ni siquiera el alejamiento pudieron sacar esa sensación de su sistema. Quería acurrucarse en sí mismo, acercarse, podía escuchar su corazón latir con fuerza en su pecho y por su cabeza pasaban miles de pensamientos demasiado rápido.
Sollozó por lo bajo llevándose una mano a la boca aún demasiado confundido hasta que el lobo volvió a acercarse a él, el mayor se aferró a su cuello aspirando con fuerza sin poder dejar de temblar pero la sensación había cambiado. Era mucho más familiar y de seguridad que de necesidad de algo más.
El lobo se paró en sus cuatro patas manteniendo su cabeza agachada para que el omega pudiera seguir abrazado a él, lamiendo ligeramente su cabello y oliéndolo un poco. Lo empujó un poco obligándolo a pararse antes de golpearlo ligeramente con su hocico para que se subiera a su lomo y cuando estuvo seguro que el omega se había agarrado bien empezó a caminar hacia la arboleda.
Detrás de algunos árboles empezó a dar algunas vueltas sobre sí mismo antes de dejar que su pareja se bajara. Había pasto y flores, pequeñas enredaderas que habían sido cortadas desde hacía unas horas y otras más recientes, todo formando una especie de circulo donde ambos podían caber fácilmente. El lobo volvió a agarrar la tela que su pareja traía encima con sus dientes, era suave y era lo suficientemente buena para el nido así que cuando al fin pudo desprenderlo de ella la colocó sobre el pasto y luego lo instó a sentarse.
Dio algunas vueltas a su alrededor antes de acostarse dejando que apoyara su espalda en él y apoyando su cabeza en sus piernas, dejando que se acurrucara y acomodara. El omega olía bien y estaba reaccionando a las feromonas, no había razón para marcarlo con su aroma más de lo que ya había hecho porque no sentía la presencia de nadie sobre su pareja.
Por ahora se conformaría con cuidar de su omega y su cachorro, el hombre se sentiría demasiado confundido si hiciera algo más y no quería que la madre de su bebé fuera apartada. Levantó la cabeza y lamió suavemente el cuello del omega notando como respondía positivamente ante el acercamiento, resopló sobre su hombro y lo lamió antes de volver a acomodarse.
Las feromonas de aceptación lo hacían querer presionar un poco más pero también notaba lo cansado que estaba, podía notarlo en sus temblores y como seguía sudando frío en su cuello. Pasó su cabeza sobre él, restregándola contra su pecho tratando de tranquilizarlo un poco más.
Movió sus orejas sintiendo las caricias del omega en su lomo pero pronto él se quedó quieto, el lobo se mantuvo en posición vigilando que nada peligroso se les acercara mientras su pareja dormía, esperaba que el perro negro no apareciera esa noche, no quería pelear.

No te metas con el lobo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora