Capítulo 5

6.1K 684 211
                                    

El multimillonario fijo la vista a el suelo, manteniéndose pensativo. El hechicero demostró mucha seguridad y confianza en sus palabras, mas eso no evito que se sintiera reticente sobre el tema. Duda mucho que su problema se resuelva fácil y, sobre todo, rápido. Encima, le cuesta confiar en alguien que prácticamente no conoce. 

—Supongo que no tengo más opción—asintió forzadamente, un poco entristecido. La compleja situación por chusca que parece, la realidad es que desemboca en algo abrumador. Rápidamente alejo esa actitud de pesimismo—. Bien, bien. Antes de seguir, te voy a decir algo... Vamos a comer. No permitiré que me mates de hambre.     

—De acuerdo, Stark, iremos a comer. Pero cámbiate de ropa.

—¡Y el vanidoso soy yo!—soltó una risita—. Está bien. Eso sí, ni pienses que me voy a poner esos horribles trapos que usas—advirtió, realizando varios ademanes con sus manos—. Lo siento, amigo, pero es la verdad... ¡Son horribles!—declaró ante la fiera mirada que recibió—. Incluso esta pijama es más bonita.

—Ancestral, ya llévame contigo—masculló.

—¿Qué dijiste?

—Que te apures—pidió fastidiado, tomando asiento.

En cuanto se quedo solo en compañía de la capa de levitación, se dejo caer sobre el escritorio, realmente agobiado. El Hombre de Hierro no es el único que duda, el Hechicero Supremo también lo hace. No tiene ni la más mínima idea de como salir de ese embrollo y no saber qué hacer, lo altera enormemente, agravándolo al sentir que la responsabilidad o la solución recae sobre sus hombros. 

Las cuestiones sobre sus poderes mágicos lo invadieron y ahora que tiene un momento de paz, considero buen momento para descubrir la respuesta. Se puso de pie y comenzó a mover las manos para sacar un par de escudos. No logro nada. Intento dar forma a otro de los hechizos y tampoco pudo. La frustración que aquello le provoco, lo hizo entrar en un ataque de furia: sus manos empuñadas golpearon el escritorio y arrojó los libros que residían sobre la misma. Verse imposibilitado de generar magia en ese cuerpo sólo incremento su estrés. Considera que debería ser capaz, los conocimientos y habilidades ahí están, entonces... ¿Por qué no puedo? ¿Cómo voy a resolver esto si no soy capaz de hacer magia?, se pregunta mientras una sensación tan conocida y sufrida en el pasado lo atosiga. Sentir que no puede dar solución a el problema, le hace sentir como cuando sus manos se destruyeron a raíz de ese terrible accidente. Respiró hondo en un intento por calmarse, porque si entra en un estado de alteración sólo va a empeorar las cosas, concluyendo que de nada le sirve. 


El ingeniero arribó hasta la pequeña habitación. Prontamente se dirigió a el anticuado armario, abriendo las puertas del mismo. Notó que varias de las prendas se encuentran perfectamente dobladas y en orden. Cogió una de tono carmín, extendiéndola. Claramente el color llamo su atención. 

—¿Qué mierda es esto?—frunció el entrecejo al encontrarse con una curiosa túnica—. Definitivamente el mago no tiene buen sentido de la moda.

Arrojó la prenda sobre la cama y tomo otra más para llevarse el mismo chasco. Sus ojos tuvieron que hacer un recorrido más extenso para descubrir ropa colgada en perchas, eligiendo la indumentaria más elegante y costosa que había: un traje de dos piezas. 

Colocó la ropa sobre la cama y se encerró en el baño. Como buen narcisista, tiene una manía por mirarse constantemente en el espejo y eso lo impulso a visualizarse en el único que tiene a su alcance. Se miró con detenimiento, pasando los dedos por aquellos afilados pómulos y la barbilla, realizando una vasta inspección, admitiendo para si mismo que el mago tiene encanto y, primordialmente, los ojos más curiosos que ha visto en su vida, sin conseguir descifrar la tonalidad exacta de tan lindos orbes. 

Un pequeño accidente (IronStrange)Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum