Capítulo 30

5.8K 608 776
                                    

La euforia que lo había invadido sucumbió en un abrir y cerrar de ojos. Apenas logra comprender el giro drástico que suscito. ¿Qué fue eso?, es la interrogante que resuena en su mente. Se supone que debería ser el día más feliz de su vida, incluso juraba que lloraría de alegría y ahora, solo siente sumirse en la tristeza.

Jamás se había sentido tan vacío e incompleto, por lo que se cuestiona seriamente si será un efecto secundario del hechizo, el té o... simplemente se acostumbro tanto a la compañía de aquel bello ser. Piensa en todo eso mientras tiene la mirada fija en el suelo, hundiéndose en su miseria.

Repentinamente un golpe en la cabeza lo sacudió. Wong, que parecía haberse alejado para ir a comer, en realidad se escondió y logro presenciar la escena que montaron ese par de idiotas. Con la palma de su mano le dio a su amigo un buen golpe en la cabeza. La capa de levitación imitó la acción del mago oriental, aunque impregnando un poco más de fuerza.

—¡Ay! ¡¿Por qué me golpean?!—se quejó sobresaltado, acariciando su cabeza.

—¡Estúpido!—gritó exaltado—. ¡Eres un idiota! ¡Estaba ahí!

—Wong...—susurró con desconcierto.

—¡Le gustas!—alzó la voz, harto y desesperado de su actitud "indiferente", cuando en realidad se muere por estar con él—. ¿Tienes idea de lo afortunado que eres? Sí, es un loco egocéntrico de primera, pero él te ama y tú lo amas a él—puntualizó más calmado—. ¡¿Qué diablos esperas para hacer algo?! ¿Ver a alguien más intentando conquistarle?

—¿Qué pretendes que haga?—interrogó todavía en su actitud obstinada y orgullosa, pero finalmente reconociendo que, en efecto, existe un sentimiento por Tony.

—¡Ve por él, idiota!

—Pero... ya debe estar muy lejos, se marcho muy ofendido—se excusó, levemente cabizbajo.

—Te aseguro que está más cerca de lo que crees, así que ve por él o yo mismo te llevare a rastras—dijo, observándolo determinante—. Hay gente que muere por encontrar a su alma gemela, por conocer al amor de su vida y tú tienes la suerte y... ¿Lo dejas ir?—contemplo seriamente el rostro confundido de su compañero, apreciando como se mortifica y, sobre todo, se resiste—. Stephen—lo llamó.

—La soledad es lo que tengo y me protege—dijo, reluciendo la dura coraza que creo como forma de protección.

—La soledad también lastima y ahora mismo lo esta haciendo. Acéptalo, tú no puedes seguir solo sin que eso implique un daño—argumentó con ese aire sabio que tanto detesta el ojiazul—. Ríndete, Stephen.

—Te odio—expresó en señal de derrota.

—Yo también te quiero. Ahora, ve por él.

Le regala una media sonrisa a su mejor amigo antes de salir corriendo en dirección a la puerta, con todas sus emociones a flor de piel. Se detiene para abrirla y al hacerlo, no pudo ir más lejos, de inmediato se encontró a Tony portando un rostro entre triste y enseriado. El susodicho nunca se fue, apenas pudo dar dos pasos, le resulto imposible alejarse por más que su orgullo lo impulsaba a retirarse, era como si una clase de imán lo obligará a permanecer allí.

—¡Tony!—clamó asustado, levemente pálido, no esperaba verle en la entrada de su casa.

—Stephen, yo... Olvide algo—explicó un poco atarantado, sin quitarle los ojos de encima.

—Yo... también—admitió.

Strange se hizo a un lado para dejarle pasar. Una vez que se adentro, cerró la puerta y respiró hondo, preparando su discurso.

Un pequeño accidente (IronStrange)Where stories live. Discover now