Capítulo 7

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El súper soldado se mantiene impasible en la recepción del santuario, viendo con curiosidad el lugar con facha de museo. No logra comprender qué puede hacer Tony en un lugar de tal pinta. Sus pensamientos se esfumaron tan pronto lo vio descender de las escaleras en compañía de un sujeto alto y de porte extraño, a quien examino discretamente. Había escuchado de él, sabe que fue una pieza clave para la derrota de Thanos, pero no lo conocía en persona. No puede quitarle la vista de encima, provocando que se perdiera el factor discreto en el asunto. No lo observa con hostilidad, tampoco con agrado, más bien, con desconfianza.  

Estando lo suficiente cerca, el aludido le sostiene la mirada, firme y serio, mientras Stephen ruega porque se comporte y no haga algo estúpido que arruine su reputación. Aunque aseguró que se comportaría normal, finalmente no pudo hacerlo. La situación lo rebaso y no consiguió mantener una actitud ceremoniosa propia del Hechicero Supremo. Soltó un bufido y empezó a carcajearse, identifica lo receloso en la actitud del cap y aquello le pareció sumamente jocoso.    

Rogers, en un santiamén, cambió ese gesto plasmado de rectitud por uno de extrañeza y confusión, por supuesto que encontró raro el hecho que empezará a reírse de la nada, como un completo lunático. 

Por su parte, Strange, rodó los ojos y talló su cara en señal de vergüenza y fastidio. De inmediato le aventó un fuerte codazo en las costillas para que reaccionará, no va a permitir que lo deje en ridículo. 

Dejo escapar un sonoro quejido y comenzó a sobarse la parte golpeada. 

—Lo siento—se disculpó velozmente—. Me acorde de un chiste—intentó justificar la disparatada risa.   

—Ahm... Tony—incrustó la mirada en el mencionado—. ¿Podemos hablar... afuera? 

—Ehhh...—Stephen miró a su contraparte—. No creo que sea buena idea—aseguró negando con un movimiento de cabeza.

—¡Anda!—le dio un par de palmadas en la espalda un tanto brusco—. ¡Ve con el Capipaleta! Digo, el señor Rogers. Te doy permiso.

A causa de la insistencia tanto de uno como de otro, se vio forzado a salir del santuario acompañado del rubio. 

Tony, que no pudo evitar la tentación de escuchar, se puso de cuclillas detrás de la puerta con su oreja pegada en aquella área. 

El hechicero asiático lo miró con perplejidad y sumo interés. Ese comportamiento de verdad que resulta inusual en el caballero de porte distinguido y formal.  

—Stephen, ¿qué haces?

—Ah, nada. Shhh, no escucho.

Aunque le impacta y encuentra raro su comportamiento, halla una respuesta lógica dentro de toda esa locura: Ese idiota está perdidamente enamorado, pensó y se alejó con las manos detrás suyo.


—¿Desde cuándo pides permiso para algo?—preguntó extrañado el de cabellos dorados—. Mejor dicho, ¿desde cuándo te juntas con gente tan... extraña? 

—¿Cómo que extraña? Digo... Ay, ¿quieres ir al grano?—llevó los dedos a su frente.

—¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza?—cuestionó preocupado, colocando las manos en sus hombros, acercando demasiado su rostro al ajeno, tanto que casi sus narices se rozan.

—¡Hey hey hey!—agrandó los ojos, lo empujo y se alejo alarmado.

—Oh, lo siento—se disculpó veloz, bastante asustado por su reacción.

—Puedes ser rápido, tengo asuntos que resolver—dijo frío e incómodo, evitando el contacto visual.

El rubio noto aquel tono indiferente con el que se dirige. Le rompe el corazón que le hable como si fueran dos completos extraños... Como si no significará nada para él.

Un pequeño accidente (IronStrange)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora