Capítulo 10

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El ingeniero lo observó con perplejidad, dejando caer su quijada y parpadeando varias veces aquellos ojos aguamarina. No esperaba una respuesta afirmativa de su parte, más bien, una clase de regaño acompañado de un estás demente. Los gestos que su asombrado rostro dibujaron fueron tan evidentes, que Stephen se vio en la necesidad de realizar una aclaración. 

—Sólo acepto porque estoy desesperado, eh—advirtió asustado—. No pienses cosas raras.

—Nadie piensa nada raro.

—Y por favor, que esto quede entre nosotros. Si le dices a alguien, te juro que...

—¡Hey! Tranquilo. No le diré a nadie, lo prometo. Será nuestro secretito—aseguró sonriente—. ¿Cómo crees que voy andar divulgando que me bese con un mago de circo? ¡Ugh! Tengo una reputación que mantener.  

Rodó los ojos, suspirando pesadamente.  

—¿Estás seguro que nadie entra aquí?—prosiguió. 

—Sí, hombre. El terreno es seguro. Nadie entra aquí—puntualizó con cierto dejo impaciente.

Le dio la espalda para ocultar el creciente nerviosismo que empieza a imperar en su ser, dandole vueltas al asunto.

—¿Qué esperas? Acércate. No te voy a comer—masculló entre coqueto y burlón.  

—Ahm, sé que para alguien tan obsesionado consigo mismo debe ser un sueño dorado, en cambio para mi e-esto es... Extraño. 

—Sí, es algo extraño e incómodo, pero... vale la pena intentarlo. No tenemos nada que perder.

—¡Esto es absurdo!—infirió soltando una risita nerviosa.

—La situación es absurda.

—No estoy seguro de esto...—comenzó a dudar.

—Ash, no me digas que ya te arrepentiste—bufó—. ¿Qué? ¿A qué le tienes miedo? ¿A que te guste tanto que quieras más?—inquirió provocador y desafiante.

—¡Yo no tengo miedo!—exclamó firme—. Sólo que... es raro, siento que es como besarme a mi mismo—admitió. 

—Pues, eso debería hacerte más fáciles las cosas—afirmó, observándolo fijamente con una sonrisa descarada—. ¿Por qué estás tan nervioso?

—No estoy nervioso—refutó—. ¡Bien! Acabemos con esta tontería.  

—Más bien, empecemos con esta tontería.

Finalizada la frase, desapareció la escasa distancia que los separaba. Estaba indeciso donde ubicar sus titubeantes manos, no quería incomodarlo, motivo por el que se decanto colocarlas en los brazos del otro. Acto seguido, encamino sus labios al rostro ajeno, algo que realizo de forma paulatina, cerrando los ojos en el proceso.

El hechicero, estático, en breve sintió sus mejillas acaloradas, su corazón latir velozmente y sus piernas temblar de forma incesante.      

—Espera—hablo, frenando sus acciones colocando una mano en su pecho.

—Ah—soltó un gemido frustrado—. ¿Y ahora qué?

—¿Podemos sentarnos?—preguntó, sentía sus piernas flaquear—. Es que... es raro este asunto de la estatura—dio como pretexto. 

—De acuerdo—accedió a regañadientes. 

Tomaron asiento en un sillón de piel color negro, retomando las acciones previas. Esta vez, ambos se acercaron, dejando la lentitud atrás. En cuestión de segundos, sus labios chocaron, encontrándose con la textura de los contrarios, desembocando en un roce inocente, casto y hasta dulce, cuyo toque no duraría tanto gracias al más atrevido del par. Rápidamente, elimino todo lo inocente. Movió la mano para colocarla en su mentón. En un acto ágil y lleno de atrevimiento, se separó un poco, mordiendo el labio inferior ajeno y hacerse un espacio, el cual aprovecho para hundir su lengua y dar cabida a un beso más profundo e intenso. 

Un pequeño accidente (IronStrange)Where stories live. Discover now