Capítulo 9

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La hechicera fijo una mirada de desconcierto en el hombre de cabellera castaña, sorprendiéndose de su reacción y, sobre todo, de la actitud sinvergüenza de su maestro. Este último detalle la llena de mucha confusión. Si bien tiene poco tiempo de conocerlo, siente que lo conoce lo suficiente para saber que esa no es su forma de ser... de expresarse y la única respuesta lógica que encuentra a inusual comportamiento es que su maestro está enamorado de aquel hombre. Desde el momento que vio a Tony Stark rondando en el santuario, supo que algo raro sucedía, aunque jamás esperó que el Hechicero Supremo lo admitiera tan abiertamente y rápido, una parte de su ser albergaba una esperanza de que resultará un malentendido. 

Clea no fue la única sorprendida, Stephen está igual o peor de asombrado. Creía que había descubierto la verdad de su alma, mas nunca pensó que lo involucrará románticamente con Tony. Es decir, entiende que han pasado tiempo juntos, pero considera que no han dado indicios claros de un romance para realizar tal acusación. No lo ha abrazado, ni siquiera lo ha llamado por su nombre, según él, nada que demuestre que entre ellos exista algo más que una amistad. Incluso, duda que lo pueda llamar amigo. Ya no sabe qué pensar. Su total desconcierto lo lleva a que lo único que puede salir de su boca sean puros balbuceos incomprensibles. 

Pronto el estado de shock de la mujer se transformó en furia.

—¡Eres un gran idiota Stephen Strange!—clamó molesta. 

Fue tanto su enojo que le termino propinando una fuerte bofetada, importándole nada su rostro lastimado, provocando quejas de dolor en el hombre, para luego desaparecer del santuario gracias a la creación de un portal. 

Strange se dejo caer en un sillón cercano, llevando ambas manos a su cabeza, lanzando suspiros agitados. En el pasado, le hubiera importado un rábano que ella se fuera con esa imagen nociva de su persona, por lo que siente el fuerte impulso de correr tras la hechicera y decirle la verdad.  

—Quiero que me agradezcas—interrumpió el debate mental de su contrario—. Vas, te escucho.

—¿Por qué? ¿Por arruinar mi reputación?—repuso indignado.

—¿Qué? ¿Quién acaba de quitarte a una loca de encima? Yo.

—Ay, ¿por qué demonios le dijiste eso?... Si a alguien le interesa, yo no soy gay—aclaró.

—A mi me interesa.

—A ti lo único que te interesa es aprovecharte de la situación para dejarme en ridículo—vociferó—. Tienes suerte que sea lo suficientemente maduro para no caer en tu estúpido juego.

—¡Era eso o hablarle con la verdad!—contraatacó con cierto enfado—. Así que no me culpes por algo que tú mismo has provocado y mejor agradece. Además, ¿por qué te importa tanto lo que piense si sólo es tu "discípula"?—interrogó burlonamente.

—¡Claro! Se me había olvidado que fui yo el animal que ocasionó este accidente—mencionó con falsa sinceridad. 

—Pues sí. Hasta que por fin lo admites—se cruzó de brazos.

—Ah... Eres imposible—llevó los dedos de su diestra a su cabeza.

—Strange, no eches a perder el poquito progreso que llevamos.

—Yo no lo echo a perder, eres tú y tu gran boca. En serio, ¿es mucho pedir que te calles?

—Ah—suspiró—. Sí—asintió cínico y recibió una mirada furiosa—. ¡Oye! No puedo evitar ser yo. Seguir las reglas no ha sido nunca mi estilo.

El hechicero silenció, formando gestos de clara molestia en su rostro. Nuevamente, entro en un debate interno sobre si decir la verdad.

—Es mejor así—aseveró como si predijera las intenciones del otro, recibiendo su atención—. En nuestra situación actual, considero que lo más adecuado es tener lejos a esa mujer, al menos que quieras que suceda algo entre nosotros.

Un pequeño accidente (IronStrange)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora