Capítulo 11

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A toda costa se resistió a pasar, pero Tony fue muy ágil para evitar su huida y, sin más remedio, notando la mirada del soldado sobre ellos, se adentró a la cocina.

Bebía un vaso de agua, el cual dejo encima de la barra y, sin soltarlo, observó a los recién llegados con enorme curiosidad y confusión, resultando obvio en su mirada. Por más que intento ignorarlos, simplemente no pudo, mucho menos cuando el hombre de cabellera bicolor tiene una actitud un tanto cariñosa hacia su colega, en especial cuando se atrevió a colocar su mano derecha en la cintura de su compañero, mientras una sonrisa descarada, llena de aires de superioridad, adorna su rostro. Esa actitud de prepotencia le desagrado en demasía, evidenciándolo en su expresión facial. 

Stark, complacido por la reacción de su colega, osó poner su mano izquierda en la mejilla contraria, paseando las yemas de aquellos titubeantes dedos sobre la bronceada piel, tomando por sorpresa tanto a uno como a otro. Aunque, prontamente, el hechicero se dio cuenta de las intenciones de aquel, comprendiendo a la perfección a que se debe tan inusual comportamiento, lo que, por supuesto, no le causo gracia alguna. Sin saber qué hacer o cómo reaccionar, sólo pudo ser capaz de tensarse por lo suscitado, controlando su desmedido enfado y sus ganas de golpearlo.          

El enojo del rubio termino destrozando el frágil vaso de cristal que aún sujetaba, convirtiéndose en pequeños fragmentos. Apretó la quijada, al igual que sus manos, tratando de contener la furia que ruega por salir. Logra reconocer la provocación en esas acciones, el tono a propósito y la incomodidad en el más bajo. 

Sus ojos se abrieron de par en par y su tolerancia llego al límite en el momento que aprecio como éste subió el nivel a esas caricias y, esta vez, posó una de sus manos en el trasero ajeno, lo que le hizo dar un brinquito al de cabellos castaños.

—¡Oye!—se encamino temerario, colocándose frente a él—. ¿Qué te pasa, idiota?—cuan grande fue su enfado que se le escapo su lado soez.  

—Oh, Capitán—agrandó los ojos—. ¿Qué paso con tu "lenguaje"?—inquirió burlonamente—. ¿Con esa boca besas a tu madre?

Entreabriendo sus labios, parpadeó sus azulados orbes, incrédulo por el modo confianzudo con el que se dirige y, sobre todo, por ese tono tan idéntico a Tony. Este último, por la expresión graciosa que formo, desató las risas.  

—¿Acaso te burlas de mi?—las estruendosas risas lo sacaron de su burbuja mental. 

—Pues... Sí. ¿No es obvio?

—¡Cierra la boca o...!

—¿O qué?

—¡Hey, hey! ¡Ya basta! No le pongas un dedo encima—advirtió firme.

En todo el rato que llevaban, el hechicero se había mantenido al margen y ajeno a esa situación, finalmente tuvo que abrir la boca. Se vio empujado o, mejor dicho, obligado a interceder, ya que, de no hacerlo, su cuerpo terminaría malherido, en el mejor de los casos, desatándose una pelea por demás injusta e innecesaria gracias a la imprudencia de su contraparte.   

—Tony, no entiendo... ¿Qué haces con un loco como este?—preguntó Steve lleno de ira e incomprensión. 

—Ah...

—Escucha, Rogers, el genial y magnífico Tony Stark prefiere estar con un loco como Strange a alguien como tú—el gran rencor que le guarda le hizo hablar más de la cuenta.

En otras circunstancias, esas palabras hubieran significado algo, pese al calificativo utilizado para referirse a su persona, mas sabe que sólo las dice porque son producto de todas las emociones negativas que tiene hacia el de cabellera dorada. 

Un pequeño accidente (IronStrange)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora