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VEINTITRÉS

Miro por última vez la prueba de embarazo que me hice ayer, antes de dejarla en el lavamanos de mi baño para salir. Es la segunda. Tiré la que me había hecho en la casa de Killian e hice otra. Creo que buscaba una decimoquinta confirmación del embarazo. ¿El resultado? Un enorme positivo burlándose de mí.

Dejo el test en la mesada del lavabo, como si se riera de mí.

—Bueno, pequeño feto, vas a conocer a tus abuelos hoy— le digo al test de embarazo, como si el conjunto de células en mi útero pudiera escucharme.

Es lunes y son las ocho de la mañana. Estoy saliendo de mi edificio, para ir a la casa de mis padres. No les he avisado que voy. Mientras viajo en el autobús de larga distancia, voy intentando hacer un ordenamiento mental de todo lo que tengo que hablar con ellos. Espero que Charly no esté ahí... o sí, no sé qué prefiero.

Cuando me bajo, tengo que tomar un autobús hasta una calle cercana a lo de mis padres y llego cerca de las diez treinta. Ya en la puerta, tomo una respiración profunda y toco el timbre.

—¿Isla?—mi padre es el que abre, con expresión confundida, al no esperarme.

—Hola, papá—me abraza.

—¿Qué haces aquí? ¿Por qué no avisaste que venías? ¿Está todo bien?

—¿Puedo pasar?—intento dilatar un poco el momento—. ¿Mamá está?

—Sí, ella está tomando una ducha— me explica—. Apenas nos despertamos hace un rato— me sonríe—, ¿Qué te trajo por aquí? Creí que los exámenes en la universidad te estarían volviendo loca, por eso ni siquiera intenté escribirte los últimos días.

—Tengo que hablar con ustedes sobre Charles—le digo, tomando coraje—. Quiero hablar con ambos.

—¿Pasó algo? —asiento—, ¿Qué ha pasado?

—Quiero esperar a que mamá esté aquí — digo, porque creo que explicarle todo a los dos juntos será más fácil, especialmente porque mi madre es una negadora serial respecto a las adicciones de mi hermano y mi padre siempre ha sido el mediador entre nosotras.

—Está bien, vamos a tomar algo a la cocina—me dice, con gesto serio—. ¿Desayunaste?

—No, salí muy temprano de casa, pero no tengo hambre.

—Pamplinas, comerás— me río al ver su gesto obstinado, que me libera un poco de la tensión y, mientras lo observo preparar café, escucho que pregunta—: ¿Cómo te está yendo en la universidad? ¿Los exámenes?

—Bien. Estaré de vacaciones esta semana y la próxima— digo. Lo cual no sería mentira, si no hubiera pasado lo de Emerst, pero no puedo decirle a mis padres que me echaron de la universidad por los vídeos porque ellos ni siquiera saben que soy actriz porno.

Un problema a la vez, me recuerdo. Primero voy a solucionar todo el lío con Charles y luego el resto.

Fuera del set #1Where stories live. Discover now