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—¿Qué dijiste? — le pregunto, cuando logro salir del estupor inicial.

—¿Podemos hablar en otro lugar? — ella mira alrededor, como si temiera que alguien llegara y nos viera. ¿Killian, tal vez?

La hago ir a un bar justo enfrente del edificio. Ni loca dejo que ella entre al departamento y no pienso ir más lejos que esto. Nos sentamos en una mesa, ambas en una posición defensiva, aunque la mía es claramente más fuerte. Un mesero se acerca y pedimos café.

Tengo un mal presentimiento sobre todo esto.

—¿Por qué debería creerte? — le pregunto después de que pasaran al menos cinco minutos en los que nos miramos la cara sin decir nada.

—no lo hagas, si no quieres—ella me mira y me aterra la honestidad que reflejan sus ojos—solo quería decírtelo— ella carraspea— me han citado a la apelación de sus padres, ya sabes la historia, supongo. Deben ir testigos del hecho y testigos del primer alegato que ellos pusieron hace diez años. Yo... estaba con Killian para ese momento, las cosas no estaban bien entre nosotros, pero estábamos casados y yo dije que lo apoyaría.

—¿Por qué debería creerte? —insisto.

—asumo que Killian te contó algo sobre mí, no sé qué tanto sabes.

—no importa qué sé y qué no, sigo sin entender por qué me dices todo esto. ¿En qué te beneficia?

—Killian y yo nunca nos divorciamos, no porque siguiera habiendo amor... al menos por su parte, creo que nunca lo hubo en realidad—ella suspira—no es mi deber contarte nuestra historia...

—sin embargo lo estás haciendo—me cruzo de brazos y la observo—¿Cuál es tu juego, Diana? ¿Quieres ponerme en su contra?

—no, no quiero ponerte en su contra. Vi cómo te miraba Killian, él realmente te quiere y me alegra, pero están viviendo en una mentira.

—¿Qué te hace pensar que es así?

—¿Killian te dijo que yo fui su psicóloga?—no digo nada y ella entiende que, en efecto, Killian jamás dijo eso—así nos conocimos. Killian fue mi paciente durante unos meses antes de empezar nuestra relación—dice— fue muy poco profesional de mi parte enamorarme de él, pero lo hice y comenzamos a salir. Yo ya estaba metida en el mundo del bdsm, para ese momento. Era como mi alter ego, mi forma de liberar el estrés de estar todo el día escuchando problemas—ella se detiene cuando el mesero deja los café en la mesa— para ese momento, Killian... él no toleraba siquiera que una mujer lo tocara y yo creí que la mejor forma era viendo que una mujer podía hacerlo sentir bien. Obviamente dejé de tratarlo como un paciente y él, en cierta forma, se volvió mi aprendiz. Le enseñé todo, ¿Sabes? Desde cómo hacer un nudo, hasta los...

—Diana, no quiero ser grosera, pero no entiendo— la interrumpo —ve al punto.

—no sé si hay un punto, solo quería decírtelo antes de...

—si no hay un punto, no entiendo qué hacemos aquí.

—nunca pensé que Killian podría estar de nuevo con alguien que tenga algo de carácter —ella me sonríe—sé que no te agrado.

—no te conozco, lo poco que sé de ti es que te has aparecido algunas veces por el departamento de mi novio a gritarle que ustedes deben estar juntos e incluso me insultaste y ahora esto, ¿Cómo esperas siquiera que crea que vienes de buena fe?

—entiendo—ella saca algo de su cartera y lo pone frente a mí—aquí está la libreta matrimonial.

—no me interesa.

Ella no tiene que ver lo destrozada que me dejaron sus palabras. Además, ¿Por qué le creería a ella por encima de Killian? Ni siquiera tiene sentido que siga escuchándola. No puedo creer nada de todo lo dijo, no hasta que hable con Killian.

Fuera del set #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora