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La fila era larga, la muchedumbre apenas se mantenía en su lugar porque la mayoría estaba impaciente, eufórica y nerviosa, y debido a ello un gran descontrol comandaba a las personas. Todas las castas estaban juntas, incluso algunos hacían vida social aunque estuviera prohibido ese intercambio de palabras. Muchos chicos ya habían simpatizado y se reían a carcajada limpia importándole poco sus orígenes. ¿Cómo sería el pueblo sin aquellas castas que los separan? ¿Estarían mejor o peor?

Jimin, por su parte, se hallaba tranquilo, el único que no emitía ruido y se dedicaba a observar las conductas de los demás; unos eran bastantes refinados, otros alocados, otros muy elegantes para la ocasión. Pero si querían impresionar y ganarse un lugar, esa era la forma de lograrlo. En momentos sentía empujones o gritos que le explotaban en el oído, aunque, por suerte, poseía suficiente autocontrol para no proyectar un puñetazo en el rostro de un desconocido.

SoDam le intentaba hablar para hacer un ambiente menos frío, pero su hermano era cortante y sin ganas de estar ahí; a ella le estaba exasperando el carácter de él. Todo era para una buena causa, el castaño no hacía ningún mal inscribiéndose ahí, mejor aún, hacía un favor y creaba una esperanza. SoDam ponía sus mayores esfuerzos para que el muchacho sonriera y tuviera una mejor cara para que se presente a la autoridad que lo iba a entrevistar.

Debía tener una sonrisa con la cual pudiera hacerse notar sobre el resto de los candidatos, así la oportunidad se le presentaría más fácil. Y por cómo iba con su ánimo, bastante lejos se hallaba del lugar entre los treinta y cinco chicos en el palacio real. Jimin era bello, delicado, con rasgos de príncipe, es solo que todas esas ventajas estaban ocultas en el número de su casta y la suciedad que lo bañaba cada día; por supuesto que tenía oportunidad, muchas, de eso no cabía duda.

Con los halagos que le proporcionarían SoDam y Dahyun luego de la entrevista de Jimin, él se sentiría apto para participar en la Selección y tendría una confianza que arrasaría con la belleza de los demás jóvenes. Con la ayuda de ellas el castaño tenía chance.

Jimin sintió otro empujón que finalmente logró sacarlo de quicio, pero en el momento de darse vuelta ve la figura incomparable de Dahyun; ella estaba con los ojos abiertos de miedo pensando en que recibiría un reclamo por la brusquedad e imprudencia de la acción. Ambos amigos se miraban emocionados pero a la vez precavidos por los Guardias que vigilaban la caótica fila, aunque, en realidad, no importaba dejar escapar su felicidad incontenible en un abrazo.

-¡Viniste! -exclamó orgullosa de la decisión de su amigo-. ¡Vas a ver que quedarás!

-¡No te fíes! ¡Son cientos de chicos muchos más bellos, de seguro quedo fuera! -alzaba la voz por los gritos de los jóvenes excitados.

-¡Odio tu maldito pesimismo!

Él sonrió abrazándola nuevamente. Pocas veces se daban esos momentos despreocupados de libertad.

-Imagina yo, todas estas horas tratando de que cambie esa cara de fastidio para que tenga una oportunidad en la Selección. Gracias, Dahyun -comentó SoDam dejando en evidencia a su hermano.

Se supone que nadie sabía de su amistad, siquiera la existencia de una chica en la vida de Jimin, mucho menos que sea una Cuatro.

- ¿De qué me conoces? -inquirió la joven de ojos avellanos dirigiéndose a la acompañante de su amigo.

-Yo... -miró a su hermano y se dio cuenta que estaba nervioso.

Jimin rascó su nuca.

-Le conté a mi familia que tú eres mi amiga... Les dije que tú siempre ibas a mi puesto aquellos días en que me presentaba en el Centro -comenzó a explicarle-, que siempre me dabas más monedas de lo que verdaderamente era, que me tratabas bien y no como si fuera basura. Que eras la primera persona buena que veía en toda mi vida.

Dahyun sentía lágrimas en sus ojos por las palabras tan bonitas de su mejor amigo.

- ¿Hace cuánto lo saben?

El muchacho agarró entre sus sucios dedos la ropa casi rota que llevaba consigo, queriendo deshacerse del nerviosismo que lo carcomía.

-Hace tres años -susurró.

-Cuando nos conocimos -dijo para sí misma.

Jimin apenado por la mentira que guardaba por mucho tiempo, bajó la mirada, pensando que esta vez, definitivamente, ya no serían amigos. Percibía su corazón romperse ante el rechazo perpetuo que aseguraba que recibiría de Dahyun, pero, en cambio, los brazos delgados y suaves de su amiga lo envolvieron transmitiéndole seguridad y agradecimiento. Ella se sentía apenada: el castaño compartía maravillas a su familia sobre sus gestos de esos días, mientras que ella lo ocultaba por el peligro que podía ocurrirles. Dahyun estaba disgustada con su propia actitud, no le era común ser cobarde, al contrario.

 -Eres el mejor amigo que he tenido en mi vida y te aseguro que te extrañaré demasiado cuando entres en la Selección. -Jimin rodó los ojos rindiéndose ante el tozudo positivismo de la joven-. El día en que te presentaste en mi hogar... , yo le conté a mis padres que eres mi amigo -soltó de sopetón.

Él sorprendido abrió los ojos, ¿por qué les contaría de un Siete, de un pobre? ¡No había necesidad! ¿Qué pasaría si le caían más problemas de los que ya tenía, pero ahora con la estricta ley? ¿Qué pasaría si la familia de Dahyun hablaba y los descubrían, y de castigo los azotaran en el Centro, humillándolos, demostrando lo que eran capaces las leyes cuando no las obedecían, como fue con los jóvenes anteriores?

Dahyun vio el pánico en Jimin e intentó calmarlo, pero antes de siquiera formular el principio de una palabra la interrumpieron.

-¡Por favor, que pase el siguiente muchacho! -la voz ronca de un soldado se antepuso ante los demás ruidos.

¿En qué momento había avanzado? ¿Cómo enfrentaría a la entrevistadora con aquel temor recorriéndole su cuerpo? ¿Dónde huyó la seguridad que le transmitió Dahyun?

En el último instante Jimin quiso volver a su casa y encerrarse en el asqueroso baño. No lo creía: él era el siguiente.

 No lo creía: él era el siguiente

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¿Maratón? Maratón.

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