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Terminaba de comer los últimos trozos de su cremoso pastel cuando sintió una mirada penetrante e insistente, aquellos ojos le reclamaban atención y suplicaban que mirara en su dirección. Jimin retenía la vista baja, todavía viviendo en la habitación donde cuidaba a su amiga, preocupado, ensimismado en aquella chica y no teniendo cabeza para nadie más.

Otros pares de problemas se descomponían en su mente causándole un mayor número de los cuales debía prontamente solucionar para estar en paz, al menos por un tiempo; de alguna manera tenía aquel sensible sentido de que nunca se acabarían, haciéndole la vida imposible y detestable, caótica e infeliz.

Sus ojos azules estaban perdidos, mirando una parte en concreta, pero siquiera en aquel punto existía una señal de salida para escapar y hallarse a sí mismo; cada vez más escarbaba en la oscuridad del aislamiento y, sin darse cuenta, estaba más lejos de la realidad. Gritaba para ser salvado, temía en acercarse mucho más al oscuro vacío, se desesperaba ante la avalancha de desasosiego que cernía sobre él para enterrarlo y obligarlo a llevar un peso en sus espaldas. ¿Por qué su mente jugaba en su contra?

Percibía, débilmente, el eco de golpeteos y algunos movimientos. ¿Acaso era él corriendo del malvado acecho o era un escena de la realidad? El calor de alguien se situó junto a él, luego en sus tiernas mejillas y, después, la insistente mirada de antes pudo lograr observar a aquella que no le dedicó siquiera un reojo. Sentía que examinaban su rostro, pero aún así no le soltaban para huir y regresar.

Aspiró fuerte por la nariz y cerró lo ojos, rehabilitándose de la vívida pesadilla. La fuerza de la negrura era tan potente que poco entendió de cómo pudo zafarse y quedar sin secuelas.

—¿Lord Jimin? ¿Se encuentra bien? —preguntaba el príncipe.

—Yo... Sí, estoy bien —hablaba un poco desorbitado—. Es solo que hay muchos problemas rondando en mi cabeza, me distraigo por un largo tiempo y pareciera que no fuera a volver —explicó.

—Oh, eso suena mal, pero no lo suena tanto si se distrajera conmigo hoy en una linda despedida del atardecer.

El castaño alzó ambas cejas, sorprendido de la invitación tan envuelta en palabras románticas y amorosas.

—Ni siquiera me ha pedido una cita como se debe, alteza.

—No hace falta —le restó importancia—. Por su tono de voz tan dulce y delicado, no hay indicios de rechazo, ¿o sí?

—¿En dónde?

El Uno sonrió complacido.

—Donde fue nuestra primera cita. Le esperará una sorpresa. A las seis lo veo allí, Lord Jimin —concluyó poniéndose de pie, no sin antes de enviarle un guiño en signo de coquetería.

El Siete reposó un momento más en aquella mesa en la cual ya no había nadie, dejó fluir ese nerviosismo tan hiperactivo y complicado que desordenaba su sistema cada vez que Min Yoongi estaba al frente suyo, hablándole roncamente o mirándole detenidamente. Debería practicar sus emociones ante los enfrentamientos tan sutiles como ese, de manera que actuaría más reservado y calculador.

Se puso de pie encaminándose hacia su habitación, el único favor que le iba a pedir a sus doncellas era que le hicieran un nuevo peinado, algo diferente..., seductor. Le daba pudor comportarse de aquella forma, una gigantesca vergüenza de siquiera pensarlo, pero ya debía tomar un lugar firme entre los Seleccionados, quién sabía si en un pestañeo estaba dentro de la Élite. Se iba a arriesgar, tal vez, a ser el hazmerreír de Yoongi con la atrevida actitud, pero estaba decidido.

Hoy sería el día de estrenar sus intentos de seducción. Puede que no supiera cómo hacerlo, pero guiándose por los movimientos de los otros y un poco del príncipe, quizás sus intentos funcionarían excelentemente.

. ⇢ príncipes ˎˊ˗ ꒰ ymWhere stories live. Discover now