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Abrió lentamente los ojos intentando adaptarse a la potente iluminación del desconocido lugar, su cuerpo se hallaba incómodo y adolorido en la dura cama, giró un poco la cabeza y esa inmensa molestia que atacó su nuca fue el primer dolor que dio inicio a un repiqueteo intenso por todo su cuello. Era horrorosa la sensación, pero lo fue aún peor la amistosa desprotección que merodeó en derredor suyo cuando observó con sumo detenimiento, escudriñando profundamente, el cuarto en el que se hallaba, desde que recuperó la conciencia hacía lo mismo cada vez que despertaba en todos aquellos días de encierro.

El lugar poseía paredes amarillentas, era un color triste y deteriorado por el paso de los años, sucio debido al polvo y a la poca higiene intervenida; el colchón en el que fue tirado inconsciente sufría la misma desgracia, roto y malgastado, sin sábanas que cubrieran lo áspero de la tela. Se había acostumbrado a la suavidad ofrecida en el palacio, a la atención inmediata y la comodidad acogedora del día a día, pero esto era totalmente lo contrario, una pesadilla.

Trató de acomodarse mientras los resortes se enterraban en su cuerpo con cada movimiento hecho, ambas manos estaban amarradas a la cama, apretadas, seguras para que él no escapara, por supuesto quedaría marcada la gruesa cuerda en su perfecta piel, arruinándola. Como todo prisionero buscando su libertad, tiró del objeto con la ilusión de zafarse y huir lejos, a cualquier lugar, uno en donde estuviera Yoongi esperándolo ansioso.

«¿Cómo estará él ahora?», pensó preocupado, imaginándolo destrozado, acabado, con heridas que fueron otorgadas por las luchas cometidas, tal vez llorando por su ausencia o desesperado por saber su anónimo paradero.

La falta de sosiego cautivó el miedo que mantenía preso en su fuero interno, invitándole a salir y deslumbrar decenas de emociones enloquecidas. No había nadie en la habitación y aquello fue una alarma para él, entre más transcurrían minutos más brutal podría ser el encuentro con los rebeldes, quizás le golpearían como al príncipe o le masacrarían para obtener rápidamente lo que habían pedido por años. El dolor que podrían proporcionarle sería una terrible amenaza para el Uno y estaría obligado a la orden de la organización.

Eso no ocurriría, el castaño intentaría ser valiente, se defendería para no enviarle un dolor mayor al hijo de los reyes, aunque, por otro lado, ya lo estaría haciendo al poner su preciada vida en riesgo. El Siete siendo un rehén, prácticamente se transformaba en un objeto con el cual negociar, por lo que los rebeldes tenían grandes posibilidades de ganar este enfrentamiento. La cuestión era: ¿el príncipe dispondría a salvarlo sabiendo que el reino caería automáticamente en manos irracionales? ¿O elegiría al reino, al pueblo, en vez de su mísera vida?

Las dos eran posibles y ambas asustaron a Lord Park, como también el abrir de la puerta. Cerró los ojos mirando hacia la pared negándose a mirar a la traidora, confió en ella al igual que con las otras doncellas, jamás se le pasó por la cabeza que estaría aliada con ellos. Desde el atentado, la mirada de admiración que le brindaba cada mañana había cambiado a una penetrante y arrebatadora, el color gris de sus ojos estaban compuestos por maldad y venganza.

Jennie se apoyó contra la muralla observándole graciosamente. La ropa negra le daba el aspecto tan terrorífico como el de sus colegas, era otra persona.

—¿Por qué lo hiciste? —inquirió el Siete recordando la muerte de Jungkook y el balazo a HyeRi.

—Es mi deber y, además, me encanta —respondió con simpleza, se notaba el orgullo y la soberbia en su voz.

La puerta se abrió nuevamente, esta vez Jimin miró curioso, el nuevo integrante al cuarto era un muchacho de pelo castaño oscuro, alto y recio, poseía una mirada pacífica, sin atisbos de violencia o locura, de algún modo su presencia le ayudó a no temer por la situación.

. ⇢ príncipes ˎˊ˗ ꒰ ymWhere stories live. Discover now