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Una semana había pasado desde el terrible ataque de los rebeldes y seis días desde aquel desagradable beso entre el príncipe y Yu BaRom. Por supuesto que el castaño estaba celoso del hecho, pero existía algo más fuerte a ese innecesario sentimiento: la desconfianza. Jimin ya no quería ver a Yoongi, no quería hablar con él u oír cualquier palabra que saliera de su mentirosa boca. Había pensado que su actitud era honesta, que sus conversaciones y acercamientos eran sinceros, pero solo fue una inteligente táctica del coqueto príncipe.

Cuando Jimin iba a la Biblioteca para sus lecciones de estudio con Dara, este, de paso, lo veía caminar junto con un Seleccionado, a veces muy cariñosos y otras simplemente hablando sin ánimos. Los ojos del Siete lo decían todo, Yoongi lo notaba, pero no entendía. El príncipe necesitaba preguntarle qué le ocurría, por qué actuaba tan distante si hace un par de días habían estado tan cerca, hasta cuándo le negaría su armoniosa presencia. Estaba desesperado, las respuestas que lo ayudarían a desprenderse de su incertidumbre se escabullían por las rendijas de la preocupación que lo despistaba. Pero eso iba a terminar en la tarde. Hablaría con él, aún cuando el castaño le dijera con ímpetu "no", lo obligaría.

Yoongi observó el acompasado caminar del incomprensible muchacho entrar a la Biblioteca con una libreta en sus manos, muy concentrado. Sonrió, ¿cómo se sentiría Jimin al respecto?

Lord Park al ingresar temeroso en el sitio donde habitaban los libros, rememoraba todos los movimientos aprendidos al escribir su nombre y otras palabras que le dictaría Dara luego. Ese día la mujer le evaluaba su escritura y lectura, ella no esperaba el rendimiento que tendría un chico de su edad, pero a lo menos deseaba ver el empeño con el que trabajaba el castaño. Eso le gratificaría muchísimo, sabría que sus métodos de enseñanza aún perduran.

Una vez que Jimin tomó asiento en una de largas mesas de caoba, Dara comenzó a pronunciar en voz alta las palabras dadas días anteriores para su importante estudio y prueba. Ella le arrebató su libreta en el momento que finalizó de escribir. El castaño estaba, de cierta manera, tranquilo, pero igual el nerviosismo y la incomodidad predominaban en los minutos siguientes.

—Muy bien, tu nombre ya lo puedes escribir legiblemente —Dara observó la perfecta caligrafía—. En el dictado has tenido algunas fallas ortográficas, pero con el estudio y tu inteligencia podrás dominarlo. ¿Cómo vas con la lectura? —preguntó entregándole la libreta y viendo de reojo seis mujeres hermosas en la portada.

—Bien, supongo. En media hora puedo leer una página —sonrió casi con orgullo.

Dara asintió acomodándose los lentes.

—Leerás dos páginas en media hora —estableció, dicho el desafío su rostro se tornó mucho más serio que alguna vez Jimin vio en toda la Selección.

No sabía si se hallaba en problemas, si le daría una mala noticia, si su familia tendría que ver en el asunto, realmente era difícil deducir una situación con las facciones inexpresivas de la mujer. Lo miraba fijamente como si quisiera saber una cosa que la ha estado mortificando aquellas semanas transcurridas, como si quisiera convencerse de lo que piensa. Jimin incómodo se removió de su asiento y se puso en pie. La mirada era escalofriante y el silencio complementaba la escena junto con la soledad de la Biblioteca.

El Siete se retiraba después de agradecerle con una sonrisa tímida la paciencia y dedicación con que le enseñaba cada tarde.

—Discúlpeme por no creerle, Lord Jimin —dijo sorprendiendo al nombrado. No le entendió de inmediato, pero tampoco fue mucho tiempo cuando comprendió a lo que se refería.

—Eso está en el pasado, Dara —mencionó sin importancia, se dio la vuelta para encararla—. Yo ya quedé como el chico que miente solo para atraer la atención del príncipe. No quiero sonar grosero o despectivo, pero sus disculpas ya no sirven en esta instancia. —Empezó a caminar a la salida—. De todas maneras..., gracias por creerme, Dara —suspiró.

. ⇢ príncipes ˎˊ˗ ꒰ ymWhere stories live. Discover now