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Lord Jimin poseía un rostro impávido dirigido a las cientos de letras que ahora bailaban para él por todo el libro, aturdiéndolo y desconcentrándolo en demasía, siquiera podía girar su cabeza para encarar a la desagradable e inoportuna compañía, estaba congelado. No aceptaba que había sido pillado, menos por alguien que consideraba peor que YoungJae.

Mantuvo su postura rígida haciendo caso omiso a la presencia y continuó leyendo como si no hubieran descubierto su secreto. Su plan de indiferencia estaba yendo de maravilla, excelente, pero de algún modo sabía que BaRom no se quedaría de brazos cruzados esperando a que él terminara su lectura, no era su estilo ser cortés, más bien, molestar se le daba de muerte.

BaRom le arrebató el libro y comenzó a hojearlo.

Jimin suspiró sintiéndose incomprendido, ¿por qué no simplemente le dejaban solo? El castaño estaba trabajando arduamente en repeler al príncipe, hacía lo posible para que estuviera en su contra y lo echara de una maldita vez. El interés que tenía Jimin por el Uno magníficamente estaba desapareciendo entre los amargos recuerdos. ¿Por qué tanta insistencia en que se alejara de Yoongi? ¡No era necesario! ¡La extraña relación que iba a florecer había perdido todo el encanto, ya no existía! ¿Acaso debía portar una bitácora y enseñarles cada día a los Seleccionados cómo avanzaban sus sentimientos o los del príncipe?

BaRom, YoungJae u otro chico amenazado por la competitividad de Jimin, solo malgastaba su tiempo preocupándose por alguien que no luchaba y tampoco lo iba a hacer.

—¿No me responderás? ¿Ahora eres mudo?

—No es de tu incumbencia. Mejor vete a besar con Yoongi, es lo único que sabes hacer en la competencia —contestó malhumorado.

—Tranquilo. Es normal sentirse como un perdedor —dijo BaRom dándole "confort" mediante leves palmadas en el hombro—. Yo que tú me retiraría de la Selección, digo, para no seguir siendo el hazmerreír.

Lord Park rió para sus adentros. Había pedido dos veces su eliminación y creía que, aun ocasionando el más grande problema o tragedia, no se iba a ir de ahí. No era cuestión suya, era cuestión de las decisiones o gustos del príncipe; aunque Jimin quisiera no podía obligar a un superior a hacer lo que él se le plazca en el momento, apenas dominaba su propia vida, ya que mayormente era dominada por ser súbdito de Seúl. Vivía bajo leyes.

Antes de que el castaño se pusiera de pie, lanzó una sonrisa maliciosa.

—¿Te cuento algo? —pronunció inocentemente, fingiendo olvidar con qué clase de persona se encontraba—. He intentado varias veces irme de este lugar, pero el príncipe, al parecer, me quiere aquí; incluso, ahora me está obligando a permanecer en el palacio. Creo que está encantado conmigo o, tal vez... —se acercó un poco a BaRom creando una atmósfera de complicidad—, le gusto demasiado.

Se alejó y puso en marcha su ida de la Biblioteca. Estaba contento al ver la cara desfigurada, acabada y furiosa del chico ante sus palabras; el castaño sabía que BaRom procesaba lo dicho y su semblante cambiaba a preocupado y desdichado, porque si él, Yu BaRom, el famoso cantante de jazz, el chico más guapo de Corea, le planteaba lo mismo al príncipe, de seguro le abriría la puerta, como todo un caballero, para que se marchara sin darle objeciones. Jimin no pensó que su objetivo tendría tal éxito, estaba en contra de revelar lo que el hijo de los reyes le prohibía, pero quería defenderse.

—Imbécil —musitó BaRom golpeando la mesa.

—No tanto como tú.

Había alzado su voz seguido de cerrar la inmensa puerta. Caminó por los pasillos, a veces los terribles recuerdos se mezclaban con la realidad y el desastre revivía alrededor por segundos; sin embargo, una figura bastante particular se repetía en las cortas alucinaciones dejándolo abandonado en el espeso humo de duda. Parecía un símbolo.

. ⇢ príncipes ˎˊ˗ ꒰ ymWhere stories live. Discover now