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Jimin miraba el verdoso y urbano paisaje que pasaba rápidamente frente a sus ojos mientras retenía entre sus manos un té caliente que gustosamente aceptó de sus doncellas. El auto en que viajaba tenía la esencia de riqueza, el olor a valor, los materiales pulidos con dedicación; él al lado de todo eso no era más que basura impidiendo el brillo que destilaba el coche a su alrededor.

Llevaba cuatro horas sentado en el muy cómodo puesto, de vez en cuando preguntándole a sus doncellas cuánto faltaba para llegar al palacio, ellas decían que menos de diez minutos. No sabía si la información de la hora era falsa o solamente para tranquilizarlo. De todos modos era sofocante estar encerrado y más con las miradas de las muchachas escudriñando cada parte de su anatomía. Se sentía agobiado y raro, dolido y melancólico; extrañaba a su madre, a sus hermanas, a Dahyun.

Recordaba lo que ocurrió esa misma mañana en que se tuvo que despedir de todas ellas, el llanto de las gemelas aún perduraba en sus oídos, las felicitaciones de SoDam y JeongHwa aún las escuchaba, y la sonrisa triunfante y confiada de Dahyun aún la veía. Pero el más doloroso recuerdo era el de su madre, los abrazos y besos que le dedicó antes de creer que todo aquello estaba sucediendo, que su hijo mayor se iría, todavía los sentía rodeándolo con amor y cariño.

Jimin no caía en la cuenta de que su vida dio un giro totalmente contrario al que vivía; por muy malagradecido que sonara, él prefería mantenerse en la mugre con su familia cerca a que estar lleno de lujos y solo. ¿Quién diría que con solo una inscripción desde el infierno en que habitaba lo mudaría hasta el cielo?

Jihyo suavemente zarandeó el brazo del castaño despertándolo del triste ensueño, llamó su atención dirigiéndole un pequeño movimiento a la ventana. Jimin miró y, para su vista, era absolutamente inválido admirarla. El palacio de color beige era gigantesco, cuatro pisos llenos de largas ventanas que solo algunas desprendían la amarillenta luz, la flora que rodeaba la inmensa edificación variaba en colores causando un efecto indiscutible de armonía.

Era tan maravilloso que lo consideraba utópico.

-¿A qué no es grandioso, Jimin? -habló HyeRi con una sonrisa.

Jihyo golpeó el hombro de la chica y exclamó-: ¡Tenle respeto, por Dios! ¡Es un Lord!

-¡Quiero que sea mi amigo, se ve que es muy divertido!

-¡No puedes ser amiga de la realeza!

Jimin rió en voz alta atrayendo la atención de todos en el automóvil, incluso del chófer; todas las personas que estaban a bordo quedaron embobados con la melodiosa risa. Él se calló de inmediato pensando en que hizo algo mal, con su mano hecha un puño cubrió su boca, silenciando el sonido y dirigió su vista al otro lado de la ventana.

-¡Es demasiado tierno! -dijo Jennie con las manos en sus mejillas emocionada a lo que todos estuvieron de acuerdo. Aquello no hacía más que sonrojar al muchacho.

Un soldado interrumpió la situación abriendo la puerta esperando que descendiera el último afortunado; los demás chicos ya estaban en la, renombrada, Sala de los Hombres escuchando algunas indicaciones de Dara. La Selección iba a comenzar cuando él cruzara la enorme puerta del palacio. De pronto, Jimin ya se sentía inseguro, algo dentro de él le susurraba que iba a ser rechazado: ¿serían los participantes o el príncipe? A juzgar por su apariencia todos estarían en su contra.

Salió del coche y caminaba sin ser consciente de cuán cerca se hallaba de la decorosa y gran sala, hasta que los incesantes gritos de órdenes siendo lanzados de un extremo del lugar al otro le provocaron espabilar y regresar a la tierra. Observó el sitio y solo podía definirse como el caos de la belleza. Cada joven desprendía aires de grandeza que eran perfeccionados por sus doncellas, y personas arreglando su imagen, la mayoría ya se encontraban listos sentados en los sillones largos degustando algún tipo de bocado delicioso.

. ⇢ príncipes ˎˊ˗ ꒰ ymWhere stories live. Discover now