Prologo

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Días, semanas en trance. No hablaba, no comía. Solo seguía mirando a la nada con la mirada perdida derramando lágrimas. Arrinconada en la celda, no dejaba de derramar lágrimas sin razón aparente para nadie. Verla en aquel estado, descomponía el corazón de Alejandro. No podía ver así a la mujer que amaba y mucho menos sin saber el porqué de su comportamiento.

— Nena..., mírame cariño

Isabella no respondió, siquiera lo miraba

— Isabella, por favor dime algo. Me duele verte así.

Luego de estar tanto tiempo sin hablar, sin expresarse. Se levantó de aquel rincón y caminando hacia Alejandro le pidió con seriedad.

— Necesito un favor

— Lo que sea, ¿dime nena que necesitas?

— En la casa, agarra algo que contenga mi cabello, luego consigue lo mismo de Anabel.

— ¿Que?

Derramando una lágrima continuó

— Haz una prueba de ADN y tráeme los resultados.

— Isabella joder, explícame de qué coño va todo esto

Apretó los dientes y bajando la mirada rogando que aquellos resultados no fueran positivos respondió.

— Cabe la posibilidad de que esa mujer, sea mi hija. Y si es así, es la mayor desgracia que pudo haberme pasado. Porque el ser que más detesto, que más odio resultó ser mi hija.

Alejandro quedó en total trance. No podía creer lo que escuchaba, apenas podía asimilarlo. Pero aún así accedió a la petición de Isabella. Aquella confesión había cambiado no solo el mundo de Isabella, pronto cambiaría también el de Anabel. Isabella sentía que se volvía loca allí encerrada. Lo único que quería era salir, buscar a Meredith y hacerla pagar por tanto daño. Ya no era obsesión lo que tenía aquella mujer, Meredith realmente había enloquecido totalmente. Mirando los periódicos sentada en el balcón de su casa sonrió con malicia, ver las noticias sobre el caso de Isabella en la cárcel y todo mundo comentado negativamente sobre ella le hacía sentir que iba por el camino correcto a acabarla de una vez. Tomó un sorbo de café y sonriendo comentó.

— No sabes..., no tienes ni idea de lo que te espera, te voy a llevar al límite, hasta que tú misma te mates infeliz.

— Cuando hablas así.... me asustas Meredith

Ella miró a Raquel con amenaza y dejando el periódico a un lado chistó.

— No es que te asuste querida, es que quizá no tienes las agallas para defender lo que es tuyo. Anabel te quito a tu hombre y mírate, ya nadie se acuerda de ti. Ahora es ella la que disfruta de todo lo que pudo haber sido tuyo.

Raquel tragó saliva y algo confundida secundó.

— Yo quiero a Sebastián de vuelta, pero no quiero que eso me lleve a la cárcel.

— Cariño, he eliminado a quien me estorba de mi camino y aquí estoy, tomándome un café en el balcón de mi penthouse mientras Isabella está en la cárcel, mi madre en coma y Anabel muerta en vida. ¿Dime tú quién sale ganando?

— ¿Que tengo que hacer ahora? Necesito resultados ya. Escuche que Sebastián le ha propuesto matrimonio a Anabel. Esa estupida no se puede casar con él, no puede. Tú magnífico plan de hacer que abortara no funcionó.

Meredith volvió a sonreír con burla. Agarró de la mesa un sobre y entregándolo a Raquel explicó.

— Vamos al siguiente paso querida, ahora Anabel por decirlo así..., es una figura pública desde que está con Sebastián. Bien..., entonces hagámosla quedar como una cualquiera no solo ante los ojos de Sebastián, sino ante los de toda España. Sigue las instrucciones que hay en ese sobre y regresa en una semana.

Inefable Where stories live. Discover now