Capitulo 11: Guerra fria

4.3K 532 42
                                    

— Ya están todos los documentos listos señor.

Sebastián los revisó mientras ojeaba los detalles principales.

— ¿Le ha avisado a la licenciada Cespedes?

— Le hemos mandado un mensaje pero no responde.

Sebastián se sentó nuevamente sin dejar de ver los papeles. Aquellos papeles de compraventa sería el definitivo entre el y Anabel. Ese día la vería y no sabía cómo reaccionaría. Pero también sería el último día que podría cruzar palabra con ella. Se estaba volviendo loco, la idea de no volver a saber de ella le provocaba la peor de las sensaciones. Ella también tenía una montaña rusa de sentimientos. Aquel día vería al hombre que amaba pero también al hombre que le había destrozado las ilusiones y las ganas de amar. Terminó de pintarse los labios y mirando su reflejo había una mujer imponente, hermosa pero también vacía y oscura. Sonreír era algo que había olvidado y realmente ya no le importaba volver hacerlo. Ahora lo unico que tenia en mente era no dejarse humillar por nadie. Miró su móvil y vio un mensaje de Sebastian. A pesar de su dureza, aún no podía fingir que él no le movía el interior.

Sebastián a las 1:00pm

Buenas tardes Anabel, espero que te encuentres bien. Solo te escribo para confirmar la reunión de hoy para la venta de tus acciones. Mi secretaria ha intentado comunicarse contigo y no lo ha conseguido.

Aquella formalidad, la manera tan impersonal con la que ahora se trataban llegaba a ser hasta hiriente. Al llegar a aquella reunión, el ambiente era algo pesado. Ella solo quería firmar e irse y no volver a verlo en su vida. Solo así podría superarlo, cortando todo lo que pudiera unirlo a él. Al entrar en la oficina y ver a Sebastián allí tan cerca de ella después de tanto tiempo le resultaba incómodo.

— ¿Donde estan los papeles que tengo que firmar? Tengo el dia algo ocupado y me tengo que ir.

— ¿Podemos hablar?

— Claro, si es algo sobre trabajo, sobre la compraventa de mis acciones pero si no tiene que ver con trabajo, tú y yo no tenemos que hablar nada.

Sebastián con algo de vergüenza insistió.

— Por favor

— Yo quise hablar, quise hablar aun cuando me dejaste plantada en un altar. Si..., quise hablar y tú solo supiste humillarme más de lo que estaba. Ahora no hay nada que tú y yo podamos hablar.

— Entiéndeme, verte ahí..., con otros hombres fue el peor de los golpes. Eso me destrozó.

Anabel dejando las carpetas a un lado lo miró con indigno. No dejo de mirarlo un solo instante llena de rencor. Apretó fuertemente los dientes y respondió con frialdad.

— ¿Quieres hablar? Bien, te diré lo que no quisiste escuchar. Si para ti fue el peor de los golpes, no tienes ni idea de lo que se siente enterarte que has sido violada el día de tu boda. No tienes ni puta idea de lo que se siente no soportar verte a un espejo. No tienes ni puñetera idea lo que sentí ese día, como todos me miraban con lastima, otros con burla y yo... yo no sabía cómo había terminado con esos tipos. Pero nada se comparó con tu desprecio, con tu humillación. — Derramó una lágrima que rápidamente secó con enojo.— No fuiste tú quien ha tenido que vivir día tras día sin saber cómo ni cuando te violaron. No has sido tú quien ha tenido que cargar con el peso de vivir día tras día sin tener los ánimos de hacerlo.

— Anabel..., déjame...

— Ahora te callas y me escuchas porque será lo último que tú y yo hablemos. Tú me salvaste, me elevaste tan alto que sentía que volaba para luego dejarme caer con fuerza y reventarme con mi mierda de realidad. Me enseñaste el paraíso para luego encerrarme en este infierno. Juraste amor, me hiciste creer que había un final feliz para mi y luego me llamaste zorra frente a docenas de personas. Me arrancaste de raíz mis deseos de volver a amar, de sentir, mis deseos de creer que el amor existe. Tu ego me mató, me secó por dentro. Tú orgullo terminó por destruir mi amor propio aquel día.

Inefable Where stories live. Discover now