Capitulo 34: Triunfa el amor

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Estaba allí, pero al mismo tiempo no estaba. Era un momento alegre, todos realmente lo estaban pero ella no sabía si estar feliz o sentir miedo con la propuesta que isabella le había comentado. Mientras le daba vueltas y vueltas, era testigo junto a cientos de invitados como su hermana y su sobrina se casaban y eran felices después de años de agonía y odios que no conducían a nada. Marcos sabía que algo le ocurría a Meredith y como conocía a su esposa y ella por sí sola no le diría nada así que sin dejar de mirar la ceremonia preguntó.

— ¿Ocurre algo?

Asintió con la cabeza

— ¿Es cierto que estás de acuerdo con la locura que Isabella pretende hacer?

Asintió con la cabeza

— Pensé que estarías feliz.

Meredith se levantó disimuladamente sintiéndose asfixiada. Pocas cosas le hacían ilusión en la vida y una de esas cosas era un bebé pero ella tenía muy en claro que no era posible. El no poder ser madre era algo que le dolía más sin embargo ya había aceptado o al menos se había resignado. Marcos fue detrás de ella e impidiendo que entrara al tocador la agarró de la mano.

— ¿Puedes explicarme que sucede?

— Sucede que estoy harta que tú, Isabella y todos intenten remedar algo que no tiene solución. No quiero que hagan nada por mi, realmente estoy bien. Ya por favor, me lastima cada vez que intentas cambiar mi realidad.

En medio de su discusión, Isabella y Alejandro al igual que Anabel y Sebastián estaban casados. Ella por unos minutos se quedó mirándolos y sentía felicidad por ellos, pero por otro lado la melancolía que llevaba muy dentro de ella no la dejaba ser feliz a ella del todo. Volvió a mirar a Marcos y tragando saliva comentó.

— Te lo advertí. Te dije que no solo de amor se vive, te dije que no podría darte hijos y no ha pasado mucho para que comiences a desearlos.

— ¿Que? Meredith, lo hago por ti, porque es lo que más deseas y es posible. Claro que quiero un bebé pero si es contigo. Isabella está de acuerdo en llevar a nuestro bebé en su vientre. Si siquiera tenemos que adoptar, podemos tener un hijo propio.

Sin responderle, Meredith lo dejó solo regresando a la recepción de su hermana y sobrina. A pesar de lo que creía el principio, sentía felicidad por ver a Isabella y a Anabel realizadas con su amor. Eran de las pocas cosas que le causaban felicidad a pesar de su melancolía interna. Agarró una copa de champaña y terminándose la copa, agarró otra para terminar más rápido que la anterior.

— Se que te aterra la idea, pero al final puedes terminar cumpliendo tu sueño.

Meredith brinco del susto y al voltearse vio a su hermana sonriendo mirándola casi segura que Meredith terminaría aceptando. Solloza bajó la mirada negando con la cabeza.

— No es miedo, es vergüenza. Quizá tú me hayas perdonado, pero yo no lo hago. No me perdono. Alguien que ha hecho tanto mal no merece recibir ese tipo de regalo.

— ¿Y quien juzga eso? No eres quien para decir si es justo o no. Ahora eres tú quien tiene que decidir ser feliz o no. Con el pasado no puedes hacer nada pero si puedes intentar moldear tu futuro y el presente que hoy vives.

— Quiero ser madre pero querer y poder no es lo mismo. Qué futuro le puede esperar a un bebé

— El que tú le quieras dar. Nadie nace sabiendo ser madre Meredith.

Era normal sentir terror a ser feliz cuando toda la vida había sido infeliz y la felicidad estaba algo lejos de su alcance. Aún con miedo en su corazón había aceptado el regalo que isabella le había propuesto. Tenía miedo y al mismo tiempo estaba feliz. Al final había conseguido un poco de paz y tranquilidad para su vida. Ella observaba a todos bailar y disfrutar de la fiesta mientras tomaba una copa de champaña. Hasta para ella era inexplicable estar allí y sentirse feliz por la felicidad de otros.

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