Capitulo 18: Resurgen pasiones

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Hasta levantar los cubiertos le resultaba en ocasiones doloroso. Todos desayunaban en la mesa, incluso Rosalía estaba casi totalmente recuperada y también algo cambiada. Se notaba algo intranquila en ocasiones. Isabella la miró y algo intrigada preguntó.

— ¿Estas bien? Te noto extraña

Tomando un sorbo de café apenas pudiendo sostenerlo del nervio respondió.

— Estoy bien..., bueno la verdad es que estoy un poco preocupada.

— ¿Y eso?

— ¿Has sabido de Meredith?

Algo incomoda, Isabella negó con la cabeza.

— No, tampoco ha hecho nada para joderme y eso es raro. Pero la verdad no me interesa nada que tenga que ver con ella, se que es tu hija pero...,

— Tienen que encerrarla, esta mal, loca y lo mejor es que la internen en algún lugar. necesito que me prometas que harás lo que sea para hacerlo.

Alejandro intervino algo curioso.

— Sabe lo que me parece algo extraño, que siendo ella también su hija haga tan marcada su preferencia por Isabella sobre Meredith.

— Alejandro por favor...

— Ay por favor, vamos no soy el unico que no se ha dado cuenta. Rosalia, usted tiene dos hijas, Meredith e Isabella y nunca la he visto hacer nada por Meredith, ni siquiera ha movido un dedo para intentar hacerla mejor persona.

Curvando la comisura hipócritamente, Rosalia respondió

— Si, es mi hija pero eso no me ciega y es un monstruo para mi, una verguenza. ¿Algo más que quieras agregar Alejandro?

Isabella apenas podía escucharlos discutir. La vista se le había nublado y la cabeza sentía que le estallaría en cualquier momento. Sintió su nariz húmeda , estaba sangrando nuevamente y Alejandro rápidamente corrió hacia ella justo en el momento en el que se casi se desvanecía.

— Otra vez estás sangrando, vamos al hospital. Esto no es normal Isabella.

— Tranquilo, ya he hablado con el médico. Me ha dicho que es solo falta de hierro. Ya estoy tomando las vitaminas.

— Cada día te ves peor Isabella, estás pálida — Secundó Rosalia.

— He dicho que estoy bien. Es por el embarazo, es normal. Ya me voy, tengo trabajo en la oficina.

Alejandro por más que intentaba, no lograba hacer que se quedara en la casa, seguía trabajando aun cuando habían ocasiones que parecía que se desmayaría. Ella no le temía a la muerte, más bien la esperaba tranquila. Lo único que resentiría sería el no ver crecer a su hija. Subió al coche y el chofer se dispuso a llevarla hasta la empresa. Tenía que comenzar a usar chaquetas y pantalones para cubrir su palidez y los moretones que comenzaban a formarse en su cuerpo. Ya no sabía cómo huirle a Alejandro en la cama y no era por falta de ganas, sino por falta de energía. Apenas podía sostenerse en pie; el cáncer la estaba consumiendo poco a poco pero sin detenerse. Acarició su vientre y sonriendo sintió que el dolor que estaba soportando valía la pena. Su vientre comenzaba a notarse y en si era lo único por lo que ella vivía, para que su hija naciera. Aunque en el fondo sentía un profundo miedo porque no sucediera. Quizá Isabella no estaba muy alineada con la realidad, pero Alejandro comenzaba a darse cuenta de que en Rosalía algo no andaba bien. Alejandro miro a Rosalía ceñudo y dejándole saber que desconfiaba de ella comentó terminando su zumo.

— Sabes algo Rosalía..., siempre he sido partidario que las cosas no siempre son lo que parecen.

— Pues estoy de acuerdo contigo, no siempre las cosas son lo que parecen.

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