Capitulo 16: Cubierta en Margaritas

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Los días sobrios para Anabel eran casi nulos. Desde aquella tarde en la que intentó hacer abortar a Isabella no había vuelto a ser la misma. Lo que había dicho Alejandro aquel día le tenía la mente hecha un lío. No le creyó, no podía creerlo y ese tema no volvió a tocarlo ni siquiera pensarlo. Intentaba concentrarse en el trabajo pero le costaba llevar más de dos días corridos sin tomar alcohol. Sus colegas comenzaban a darse cuenta de cómo a veces llegaba ebria y desanimada ante todo. Pero ni eso le importaba, ya no quedaba nada que pudiese importarle.

— Tiene alguien afuera que desea verla.

— No me interesa quien sea. Hoy no tengo citas.

Al escuchar su negación, Sebastián entró a la fuerza al despacho enojado.

— Pues me vas a recibir te guste o no.

— Sal de aquí.

— ¿Que demonios haces? ¿Que mierda haces con tu vida? ¿Con tu carrera?

— No te importa.

— ¡Si me importa carajo! Basta de comportarte como una jodida mocosa. ¡Estás tirando tu vida a la mierda! De siete días, cinco estás ebria, apenas vienes a tu despacho, todos hablan de ti, de lo mal que te ves.

Anabel rápidamente lo interrumpió encolerizada.

— ¿Sabes cual es tu problema? Que eres un entrometido. Tú y yo no somos nada, no tienes porque venir a preocuparte por mi o por mi carrera, piérdete y déjame en paz. Haz algo por tu vida, cásate ten hijos y cómprate un perro, ¡a mi déjame en paz!

Caminando hacia ella, la sujetó de los brazos y desesperado y lleno de tristeza replicó a gritos.

— ¡No! ¡No puedo aunque quiera! ¿No ves que me lastima verte así? Aunque me odies, aunque no quiera tenerme a tu lado eso no deja de hacer que te ame. Te amo Anabel y verte en este estado es horrible.

Derramando una lágrima que rápidamente secó apretó los dientes.

— Pues aprende a dejar de amar, así como yo aprendí hace mucho a no ser feliz.

— Me he enterado de lo que le has hecho a Isabella, no te reconozco Anabel. Es deplorable, nada justifica eso ni siquiera tú dolor.

Encogiendo los hombros suspiró

— La Anabel de la que te enamoraste, ya no existe. No sigas perdiendo tu tiempo buscándome, ya murió, se acabó lo que había entre tú y yo.

Sebastián se fue enojado de aquella oficina. Comenzaba a cansarse de esperar algo que quizá nunca llegaría. Anabel no era la misma, no era la mujer dulce de la que se había enamorado, ahora era igual que un trozo de hielo. Sentándose en su escritorio, agarró su móvil y le marcó a Meredith un par de veces pero esta no contestó. Después de toda una vida, había alguien que comenzaba a ocuparle las mañanas y también sus pensamientos. Habían amanecido enredados entre sábanas aterciopeladas con los rayos del sol entrando desde la ventana. Marcos despertó minutos antes que ella y el ser ella lo primero que veía en el día lo hacía el hombre más feliz del mundo.

— Buenos días, cariño

Meredith despertó y al verlo sonrió por primera vez genuinamente

— Después de todo te quedaste...

— No pude resistirme, ¿cómo te sientes?

Sentándose mirándolo de frente inquirió

— Bien

— Sabes a lo que me refiero. ¿Has oído esas voces otra vez?

— No, no desde que me he tomado las píldoras que me diste. Estaba pensando en algo...

Inefable Où les histoires vivent. Découvrez maintenant