Capitulo 26: Catarsis

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Desnuda tumbada en la cama ante los ojos de Alejandro, su corazón latía fuertemente. Lo único que le pedía a Dios, era no flaquear en aquel momento. Lo sé tumbó al costado de ella llenado su piel de besos y caricias y sutilmente pidiéndole que cerrara los ojos, comenzaría a hacer que cada recuerdo de aquella violación se esfumara. Sus manos experimentaron primero sus pechos y el calor de las mismas comenzaron a hacerse notar en el cuerpo de ella. Había comenzado a sentir excitación con solo un roce. Moría por volver a sentirse como antes, sentir que podía ser su mujer nuevamente sin miedo y hasta el momento lo estaba logrando. Con delicadeza y cuidando de no incomodarla, Alejandro descendió sus dedos hacia su vagina y la humedad que en ella albergaba habían triplicado su deseo por ella. Movió suavemente sus dedos sobre su clítoris mientras simultáneamente chupaba sus pezones provocando  el dulce sonido de su voz gimiendo de placer. Ver su rostro derramándose en placer era suficiente para el. Aquella noche no importaba su disfrute, importaba el de ella y nunca pensó sentir tanto placer al provocarlo. Seguido de sus dedos, su boca se había acomodado entre sus piernas y ligeramente pudo ver una que otra cicatriz en su piel de aquella tragedia. Sobre ellas depósito besos que en la mente de Isabella comenzaba de alguna manera a sanar de la mejor manera. Su lengua rozó suavemente su ya hinchado clítoris cumpliendo con su promesa, llevarla a las estrellas. Chupando suavemente los labios, con algo de temor a su reacción la penetro ligeramente con sus dedos. Aquella vez parecía como empezar nuevamente de cero, tenía que explorarla nuevamente por completo. La había saboreado deleitoso al llevarse a su garganta el producto del orgasmo que le había sacado de sus entrañas. Estaba acelerada, temblorosa y suspendiendose sobre ella besó sus labios susurrando.

— ¿Estas bien?

Ella asintió con la cabeza pero al sentirlo sobre ella inevitablemente sintió el miedo que le había provocado tener aquellos cinco animales sobre ella y Alejandro lo había notado. No quería arruinar el momento y de un tirón la puso horcajadas sobre él dejándole el total control a ella. Mirándola con un amor que jamás podría dejar de sentir; preguntó

— ¿Así está mejor?

— Si, lo está

Alejandro le pidió que se moviera y ella buscando ser esa lujuriosa que era antes hizo lo que le había pedido Alejandro; al sentir como este la penetraba su cuerpo se electrificó placenteramente. Movió su pelvis dejando caer su cabeza hacia atrás mientras cada centímetro de su piel se erizaba. Ese dulce dolor que experimento con cada embestida al tocar Alejandro el fondo de su vagina. El roce, el chocar de piel contra piel, sus cuerpos se deseaban mutuamente con locura. El grosor de su pene acomodándose perfectamente en el interior de ella con cada penetración. Alejandro había aprendido a ceder el poder y dominio en el sexo y había descubierto que podía ser tanto o más gratificante que el estar sobre ella. Sus ojos se pusieron en blanco dejando surgir un gemido ahuecado escapando dulcemente por su garganta derramándose en el interior de Isabella. Ambos habían logrado llegar a las estrellas y regresar extasiados. Se sentía feliz, se sentía completa nuevamente hasta que su enfermedad le recordó la fragilidad de su vida. Su nariz sangró y sintiendo como por segundos era presa de su cuerpo; sin poder controlar sus movimientos se desvaneció sobre Alejandro quedando inmóvil y pálida. Alejandro tenía el alma pendiendo de un hilo al ver a la mujer que amaba como en su rostro la vida se le apagaba cada dia que pasaba. Destrozado la abrazo derramando lágrimas desconsoladas con terror a perderla.

— Tranquila cariño, todo estará bien. 

Isabella lo miró y apenas pudiendo hablar sonrió.

— No sabes mentir, sabes que no es así. No queda mucho tiempo.

— Yo haré que eso cambie

— No hay nada que puedas hacer contra algo que es inevitable, amor.

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