Capitulo 20: Se avecinan alianzas

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— No es posible, no es cierto. Me niego a creerlo.

Levantándose de la arena secó sus lágrimas intentando parecer fuerte.

— Es la realidad, es lo que me ha tocado y tengo que aceptarlo. Tú tienes que aceptarlo.

— ¿Porque me dices ahora? Soy tu esposo, debía saberlo.

Encogiendo los hombros argumentó.

— No quiero causar pena ni lastima a nadie Alejandro.

— ¿Que? Joder eres mi esposa, ¿Hasta cuando pretendías seguir callando? Estás embarazada, llevas a mi hija en tu vientre y aún así ¿escondes algo tan grave?

Desplomándose en llanto pidió perdón una y otra vez. Volvió a sentarse junto a Alejandro intentando consolarlo pero no había nada que pudiera consolar a ese hombre del dolor que estaba sintiendo.

— Vamos a buscar tratamientos. Hoy en día el cáncer se puede curar, Isabella estás embarazada. Hay que intentarlo.

Isabella negó con la cabeza.

— Una quimioterapia dañaría a Lucía. Además, no deseo ningún tipo de tratamiento. Alejandro la realidad no se puede cambiar.

— Es la realidad que tú has querido elegir. Y no me voy a divorciar de ti, puedes ir olvidándote de eso.

— Es mi deseo, es mi decisión. Alejandro, ya no soy ni la sombra de la mujer de la que te enamoraste. No sabes cuánto me duele no poder complacerte, ser mujer a medias. Eres un hombre que le gusta la adrenalina, el sexo y las cosas apasionadas; y esa Isabella ya no existe. Mereces comenzar de nuevo con una mujer que pueda hacer todas esas cosas.

Enojado respondió lleno de frustración.

— No eres nadie para decirme a mi que merezco no. ¿Todo esto es por sexo? No todo en la vida es sexo Isabella. Me he casado contigo porque te amo a ti, ¿en la salud y enfermedad recuerdas? No me pienso alejar de ti y haremos lo que sea por curarte. Tienes dos bebés que te necesitan. Yo te necesito.

— ¿Cuanto aguantaras? Una semana, quizá dos o aún más..., un mes. Pero tarde o temprano te cansarás de lidiar con una desahuciada. Te cansaras de haber renunciado al sexo, te habrás cansado de ver como mi cuerpo cada dia que pasa se deteriora más.

Alejandro se puso de pie y tirando de la mano de Isabella la puso en pie y abrazándola fuertemente cerró los ojos pidiéndole una sola cosa a Dios, que no se llevara a Isabella. El miedo que experimentó en aquella noche era uno que no tenía manera de ser explicado con palabras.

— No te daré el divorcio. Estaré a tu lado sin importar nada. Es que aún no lo entiendo, prefiero renunciar al sexo, a estar en abstinencia de ser necesario antes de estar sin ti. Isabella, tú eres mi vida, eres mi hogar. — Secando sus lágrimas se puso de pie y sonriéndole buscando alguna esperanza en sus ojos.

— No acepto que te eches para abajo ahora. Has pasado por cosas peores y las has superado. Quiero que comiences un tratamiento ya. No escatimaremos en gastos pero no voy a permitir que te rindas. Nuestros hijos y yo te necesitamos.

Isabella curvó la comisura con melancolía y dando unos cuantos pasos alejándose de él insistió.

— No quiero que te hagas ilusiones, creo que es mejor aceptar lo que va a pasar. Alejandro, no quiero que veas lo peor de mi, como muero día a día. Eso no es justo ni para ti ni para Daniel.

— ¿Sabes lo que no sería Justo? Que nos alejes de ti. ¿De qué vale estar en los mejores tiempos si no estás en los peores? No se como, pero vamos a salir de todo esto. No quiero que llores más, iremos a tu paso. No quiero que te sientas acelerada. Para mi con estar a tu lado es más que suficiente.

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