Capitulo 32: Un corazon se libera

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Nada tenía sabor en su paladar. Miró la comida y apenas podía probar bocado. Vivía con miedo, y lo peor de todo es que tenía miedo de su propia madre. Pero también tenía miedo de ella misma, de lo que su odio hacia Rosalia fuera capaz de ocasionar en su corazón. Marcos la miró y preocupado aún porque no se recuperaba del todo, preguntó.

— No has tocado la comida

— No tengo hambre

— Amor, aún no estás totalmente recuperada. No puedes descuidarte así.

Meredith se quedó callada. Ni ella misma se reconocía. Antes, era una hija de puta que no le temblaba el pulso en matar, lastimar o herir con tal de conseguir su propósito. Ahora no quedaba ni rastro de esa mujer que era. Quizá quedaba algo de la hija de puta, pero hasta esa hija de puta comenzaba a cansarse de nadar contra la corriente. Apretando los dientes comentó.

— ¿Qué viste tú en mi? Dime..., ¿porque no solo seguiste tu vida y me dejaste en paz?

— ¿A qué viene esa pregunta?

Encogiendo los brazos respondió.

— Antes era yo, y solo yo. No tenía que preocuparme porque nadie lastimara a las personas que quiero porque no quería a nadie. Si no hubieras aparecido todo fuera más fácil y menos complicado.

— ¿Me estás diciendo que te arrepientes de todo esto?

— Pues sí, me arrepiento y bastante. Pero ya no hay vuelta atrás.

Se levantó de la mesa harta de seguir fingiendo que todo estaba bien cuando en realidad todo era una mierda desde que había despertado. Rosalia no hacía más que atormentarla una y otra vez con dañar a Marcos o a Isabella. Esa mujer solo quería una cosa, ver a su hija al borde de la locura y que fuera ella misma quien se quitase la vida para no seguir atormentándose más. Se sentó en el borde de la cama y solo podía llorar y llorar mirando la invitación de bodas de Isabella. Ella en el fondo quería una familia, la necesitaba urgentemente. Deseaba sentir que alguien la quería y la hacía sentir parte de algo, de un círculo de personas en común. Se quedaba sin opciones pero la única que podría liberarla de aquel calvario sería acabar con el ser que la había traído al mundo. Su móvil sonó y secándose las lágrimas contestó la llamada.

— Hola...

— Elige cómo quieres que muera...

Sonriendo mientras tomaba una copa de vino, se reclinaba sobre una silla disfrutando el dolor que le provocaba a su hija. Ni siquiera ella misma podía explicarse porque no podía sentir más que desprecio por ella pero tampoco le importaba saberlo.

— Ya déjame en paz

— No, no lo haré hasta que entiendas de una vez que no tienes nada. Y tendré que hacerlo haciéndole daño a ella.

— No me he acercado a ella. ¡Deja de joderme la vida!

— Te hubieras quedado muerta y así no tenías tantos problemas. Ahora tienes uno muy grande, Isabella va a morir y tú serás la culpable de eso ante la ley.

Meredith se sentó en el borde de la cama y respiró tan profundo que pudo sentir aquel suspiro en el fondo de su alma. Acabaría de una vez con su tormento, no tenía otra opción y aunque sería algo que la marcaría de por vida, también la liberaría.

— Bien, haremos un trato tú y yo.

— No hay nada que pueda interesarme de ti.

— Si lo hay, yo ¿no? Quieres verme jodida, bien. Pero no le tocaras un solo pelo a Isabella. Mañana por la noche estaré en la antigua casa de Isabella. Harás conmigo lo que te dé la gana, a cambio la dejas en paz no solo a ella, sino a Marcos también.

Inefable Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz