Capitulo 12: Florecen sentimientos

4.4K 510 50
                                    

Nada le daba miedo, ni siquiera Abel y el hecho de que era una persona peligrosa. Solo tenía un objetivo y lo alcanzaría como fuera. Fue a verlo nuevamentey esta vez con la certeza de que tendría que hacer lo que ella quisiera sin poner peros. Agarrando la caja de cigarrillos de Abel encendió uno con descaro y relajada dio una calada.

— Espero que tengas una buena razón para estar aquí. Ya te dije que no pienso ayudarte más.

Meredith negó con la cabeza sonriendo

— Me vas a ayudar, en lo que yo necesite y cuando lo necesite. ¿Y sabes porque? Porque si no lo haces, hay muchos inspectores de la policía que están deseosos de saber tu paradero. O también tú rival, puede saber dónde estás y así acabar contigo. Tú elige cualquiera de las dos pero ambas terminan en una misma cosa, tú jodido.

Rápidamente sin dudarlo, apuntó a la sien de Meredith con una pistola, contradiciendo.

— Yo tengo una mejor opción, te vuelo la cabeza y le hago un favor a este mundo.

— Pues mira te explico me matas y estás jodido. No soy gilipollas, he asegurado mi vida diciéndole a alguien más tu paradero. Si me matas, te estás matando tu. Así que creo que es más sensato que me escuches y hagamos un trato.

— Sabes que estás muerta. No tienes idea de lo que estás haciendo.

Carcajeando se sirvió una copa sin sentir miedo alguno por las amenazas de Abel.

— Quizá esté muerta..., todos lo vamos a estar en algún momento pero estoy segura que ese día no será hoy. Tú decides querido..., aunque no tienes muchas opciones diría yo.

Abel lleno de enojo y sintiéndose acorralado se abalanzó contra ella y agarrándola por el cuello la puso contra la pared dispuesta a deshacerse de ella en aquel instante.

— Tu no me vas a chantajear. Mucho menos vas a venir a decirme lo que tengo que hacer, estupida.

— Sabes..., a veces la aceptación ayuda mucho en ciertos casos y pues te aconsejo, que aceptes que estás jodido y no tienes más remedio que ayudarme.

Apretándola aún más fuerte, la golpeó contra la pared respondiendo dispuesto a no ceder por ningún motivo.

— No te creo nada. Eres una pobre infeliz que no tiene a nadie, que está sola. Dudo mucho que tú puedas hacerme algo a mi.

Apenas pudiendo hablar entre tartajeos replicó riendo con burla.

— Me subestimas, como lo hacen todos. Pero no tienes idea de lo jodido que estás si no me ayudas. Te suena...— Ahogándose alcanzó a recitar — ¿Te suena El ruso? No... mejor aún, ¿A que no sabes quien es Angelo?

Soltándola con fuerza hizo que cayera al suelo quedando completamente entre la espada y la pared.

— Sobrevivir..., si hay algo que he aprendido en esta vida es a sobrevivir cueste lo que cueste. Tú y yo no somos amigos, no somos nada. Tú obtuviste de mi lo que te dio la gana pues, lo mismo que quiero yo de ti y lo voy a obtener.

Intentando contener su ira. Apretó tan fuerte sus dientes que sentía como friccionaban unos contra otros.

— ¿Que demonios quieres?

Levantándose del suelo sin mostrar dolor o temor alguno a Abel. Sonrió tocándose el cuello.

— A ver, es muy simple lo que necesito. Necesito dos favores. El primero, es algo simple para ti. Necesito cinco hombres, los más desalmados que tengas, que estén dispuestos hasta vender a su madre por dinero de ser necesario.

Inefable Where stories live. Discover now