Capitulo 22: El perdon predomina

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La inmovilizaron, la hicieron sostenerse en sus rodillas y brazos mientras se turnaban para penetrarla mientras al mismo tiempo la golpeaban brutalmente. Sus gritos y gemidos de dolor torturaban la conciencia de Anabel. Intentó cerrar los ojos pero eso no le ayudó de mucho, lo que oía era más terrible de lo que sus ojos podían ver. Gritó que se detuvieran, rogando le pidió clemencia a aquellos hombres pero lo que tenían por dentro era el mismo demonio materializado en lujuria. Tiraban y la sacudían como bestias salvajes sin tener cuidado alguno. Su cuerpo a duras penas podía soportar aquel maltrato. Su dolor era doble y agonizante; comenzó a sentir como con cada embestida que le daban, algo se rasgaba en su vagina. No estuvieron contentos sólo con penetrarla por turnos, tenían que sodomizarla y hacerle felaciones al placer de ellos. Golpes tras golpes, cinco hombres destrozandola física y espiritualmente era mucho para sostener en su plato. Perdió el conocimiento segundos después de comenzar su nariz a sangrar. De ella solo había quedado un despojo, no quedaba nada de ella. Abel había pedido la peor de las humillaciones y aquellos trogloditas se lo habían tomado muy en serio.  Cuando habían conseguido satisfacerse la dejaron tirada como trapo desechable. La vida en los ojos de Isabella se había apagado. De sus ojos se derramaban lágrimas silenciosas. Ya no gimoteaba, no tenía fuerzas ni siquiera para quejarse. Abel volvió a aparecerse y caminando hacia Anabel se puso de cuclillas frente a ella.

— ¿Ya ves lo que ha hecho tu madre por ti? Tú eres la que debes estar ahí no ella. Pero ya da igual, de todas formas las dos van a morir aquí. Para que veas que no soy tan malo, te voy a desatar para que al menos elijas en qué rincón morirte. Nadie vendrá por ustedes y tampoco podrán salir. Consideren esta bodega su tumba.

Quedaron encerradas en aquel tétrico lugar. Anabel estaba tan trastornada como lo estaba su madre. Si ser violada es algo atroz, ver como lo hacen con tu madre a tus ojos es quizá mucho peor. Temerosa se puso en pie apenas pudiendo sostenerse y acercándose a Isabella la cubrió con lo que había quedado de su ropa. Ella no reaccionaba, la mirada estaba perdida y su cuerpo parecía estar desconectado de su mente.

— ¿Por qué lo hiciste? No tenías que hacer esto — Susurró llorando

Isabella no respondió. No respondía a nada, ni reaccionaba. Estaba en trance aún y no lograba recuperarse del mismo. Anabel le había prometido sacarla de aquel lugar pero la respuesta que recibió de parte de Isabella la hizo sentir aún más miserable. Anabel entre lágrimas sintiendo culpa por lo que le había sucedido a Isabella le dijo dolorida.

— Si pudiera hacer algo para aliviar tu desgracia lo haría.

Después de días sin hablar, miró a Anabel a los ojos y la poca voz que le quedaba la gastó respondiendo.

— Matame, si quieres hacer algo para acabar con mi desgracia, matame.

— No lo haré. No sería capaz.

No había reacción de dolor o miedo en el rostro de Isabella. Era como si dentro de ella ya no hubiera nada. Estaba vacía y en aquel instante la frialdad e indiferencia se había apoderado de ella. Casi se cumplían dos semanas y aún nadie lograba saber dónde podrían estar Anabel e Isabella. La única que tenía una posible pista era Meredith. Pero como era de esperarse, nadie la escuchaba o asumían que era otra de sus jugadas.

— ¿Podrías escucharme aunque sea un puñetero segundo?

— ¿Que demonios quieres?

— Encontrarlas a las dos. Estás haciendo todo al revés.

Alejandro mirándola con duda insistió.

— Tu no quieres encontrarlas. Las odias a las dos. No voy a caer en tus intrigas.

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