Capitulo 15: Quebrantada

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Poco a poco abrió sus ojos dolida y confundida. Rápidamente se percató que estaba atada de manos y pies tirada en un rincón de la sala de estar de Anabel. No podía gritar, pues estaba amordazada y al ver que todo aquello lo había hecho su propia sangre, una lágrima se derramó de sus ojos.

— Sabes, para ser una mujer de negocios, una ejecutiva eres bastante ingenua. — Comentó Anabel tomándose una copa de vino. — Tendría que volver a nacer para que deje de odiarte, infeliz.

El odio y el veneno la habían consumido totalmente. No sentía remordimiento alguno. Solo quería hacerla sufrir igual o más de lo que ella creía que Isabella había hecho.

— Te preguntarás qué haces aquí, pues te explico. No estarás por mucho tiempo. Dentro de unas cuatro horas te podrás ir. Ir a la primera delegación y acusarme pero te digo desde ahora que no conseguirás nada. Ese café que te tomaste contiene misoprostol. Esa pildorita hará que sufras el mismo dolor que yo sentí hace meses.

Le quito la mordaza e Isabella estaba en trance. Aún no podía procesar lo que estaba ocurriendo.

— Estaré aquí frente a ti mirando..., observando cómo te retuerces de dolor mientras abortar sin poder evitarlo.

Al escucharla rápidamente desesperada Isabella suplicó que se detuviera, Anabel no escuchaba de razones. Creía que se sentiría mejor al provocar el mismo daño que ella había recibido.

— Durante las próximas horas vas a sentir los peores dolores que puedes haber experimentado. Sentirás como poco a poco con esos dolores tu hijo se desprende de ti. Comenzarás a sangrar y cuando eso ocurra, tú hijo estará con el mío. Es lo justo, hijo por hijo.

— Por favor, detente. Yo no le hice nada a tu hijo. Tampoco tuve que ver con lo de tu boda. Hace mucho que dejé de buscar la manera de hacerte daño. Mucho antes de todo eso. No me hagas esto por favor.

Sentándose frente a ella sonrió con burla.

— Que ironías tiene la vida. Lo que soy ahora, el monstruo de persona que soy te lo debo a ti. El que ya no sienta piedad por nada ni nadie te lo debo a ti maldita. El que me levante cada mañana sintiéndome peor que la anterior te lo debo a ti. — Mirándola fijamente a los ojos continuó — Lo único bueno que me quedaba en la vida era ese bebé que esperaba. El iba a ser la familia que nunca he tenido y tú lo mataste. Pero no solo me mataste me hijo, me dejaste seca por dentro. A raíz de ese aborto quedé estéril. No puedo tener más hijos y eso maldita infeliz ¡te lo debo a ti también!

Comenzaba a agonizar de dolor y lo único que deseaba era que Anabel la escuchara y pudiera salvar su embarazo pero eso estaba lejos de ser posible.

— No hagas esto por favor, déjame ir a un médico.

— Rogar no te va a servir de nada. Y te digo más, cuando salgas de aquí, tú querido Alejandro va a pensar que tú te has hecho el aborto. He hecho todo para culparte a ti, ¿qué te parece?  Así las dos estamos a igual, sin el hombre que amamos. 

Isabella comenzaba a sentir escalofríos por todo el cuerpo y cada vez se hacía más insoportable el dolor. No se resignaba a perder a su bebé de aquella manera pero Anabel comenzaba a ser igual o peor de desalmada de lo que era Meredith.

— Sabes que ha sido lo que me ha hecho sufrir, ¿lo que me ha hecho ser una miserable toda la vida? Ser la buena, la inocente. Ser la buena me llevó a esto, entonces ser una hija de puta quizá me dé mejores resultados.

Móvil de Isabella sonó un par de veces, era Alejandro desesperado por saber si ella se encontraba bien. Anabel agarró el móvil y mirando el identificador de llamadas sonrió.

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