Capítulo VIII

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En algún lugar del castillo de Apolo y Artemisa llegaba un enojado Hermes, estaba enojado porque Hades había estado en el Olimpo haciendo quien sabe qué cosa, le preocupaba que fuese a pedir la mano de Perséfone así que había ido a indagar con Artemisa que estaba pasando, camino hacia la cocina pero no necesito ir muy lejos, ella iba llegando de cazar con un su arco y flechas, las presas las había dejado en la cocina para que sus sirvientes las prepararan. Quizá iba a bañarse para ir a comer, pero eso no era importante.

—¿De qué hablaron tú y Perséfone? —Le gritó para que ella volteara

—Cosas de chicas, no te incumbe idiota—Artemisa odiaba a Hermes por tantos motivos que no quería hablar con él en al menos un siglo.

—¿Sigues enojada porque le dije a Eros que te interesaba sentimentalmente?

—No, sigo enojada porque eres un idiota que no sabe respetar la intimidad de los demás. No debiste leer mi carta a Atenea.

—Da igual, de cualquier forma, no era algo interesante, realmente tu vida es muy aburrida—Hermes siguió subiendo la voz—ahora más que decidiste llevar la vida de virgen.

—¿Sabes qué? Me voy, no quiero que me vuelvas dirigir la palabra—ella iba de regreso a la cocina quizá ayudaría a los sirvientes con la carne

—¿Estas seguras de eso? —Hermes se burló—digo eres hermosa y todo eso, pero todos te tienen miedo...

—¡Cállate! —ella sabía hacia dónde iba Hermes.

—...murmuran cosas sobre ti hermosa...—continuó.

—He dicho que cierres la boca—trataba de interrumpir.

—...todos los Dioses te tienen miedo, ¿o porque crees que ninguno te ha cortejado?...

—Te juro que si no te callas te voy a ensartar esta flecha en la garganta—ella tomo una de las flechas y la puso en el arco.

—Solo unos cuantos sabemos la verdad, Eros rompió tanto tu corazón que tomaste la decisión de ser virgen por eso eres tan ruda ¿no es así?

Artemisa no aceptaría eso nunca al menos no ante Hermes.

—Escúchame bien, estoy a cinco palabras de matarte con esta flecha, recuerda que solo un Dios puede matar a otro Dios, y para tu desgracia soy una Diosa—ella lanzo la flecha y quedo justo a un lado de él, le alcanzó a rozar la oreja, ella puso otra flecha en el arco—ahora dime ¿Quieres que te lance esta flecha al corazón?

—No, Artemisa—solo fueron dos palabras.

Hermes sintió miedo de verdad, sabía que a Artemisa no le importaba hacerle daño con la flecha y sabía también que había hecho mal las cosas con ella.

—Eso pensé, no te metas conmigo. Si no quieres que te mate y recuerda que solo te quedan tres palabras para dirigirme en lo que resta del siglo, úsalas bien.

Ella se fue de ahí, y le avisó a su hermano que Hermes estaba en el castillo, después de todo seguía siendo el mejor amigo de su Apolo.

—Fuiste un idiota con Artemisa otra vez ¿no es así? —dijo Apolo.

—¿Ella te lo dijo?

—No fue necesario, la conozco demasiado bien para saber cuándo está molesta y cuál es el motivo.

—Las chicas me odian. Como Perséfone, no entiendo que estoy haciendo mal.

—Creo que te aferras a chicas que no son para ti.

—Creí que Perséfone sería fácil, quiero decir su madre la tiene tan controlada que no conoce a más hombres—suspiró—, y en un momento conoce a Hades y me ignora toda la fiesta.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneWhere stories live. Discover now