Capítulo XXVI

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Hermes salió del vivero y se encontró con Hades sentado a la orilla del río. Así que se sentó a su lado.

—¿Como fue que ella acabó aquí contigo? —le preguntó.

—El saque de su hogar con Deméter y ya creo que eso es todo lo que debes saber.

—¿La secuestraste?

—¿Qué? No, ella pidió mi ayuda y la saqué de ahí, la traje a vivir aquí.

—Eso es sorprendente, sabes Deméter siempre me la prometió, pero ella y yo no sé, no encajamos.

—Ella me contó, no tienes que preocuparte por mí, Artemisa me hizo ver que no soy el indicado y que pronto llegará la indicada.

—¿Qué te paso en ese viaje? —preguntó Hades sorprendido del cambio que tenía Hermes.

—Que no me paso, casi muero y Artemisa casi me mata—le sonrió y se levantó—iré al Olimpo, supongo que papá tiene cientos de pendientes para mí, ¿quieres enviarle algo?

—En realidad no, solo mis saludos.

Hermes se fue del lugar y Hades decidió ir a su trono, para que Hécate fuese a visitar a Ares.

Ares durmió mucho, en parte por el polvo de Morfeo y en parte porque desde que lo habían secuestrado no había podido dormir, los Aloadas lo usaban como esclavo, no lo alimentaban y cuando lo hacían ponían en riesgo su vida. Cuando despertó noto que aún estaba en el vivero, el lugar era cálido a pesar de estar en el inframundo, sentía las hierbas que Perséfone le había puesto en su espalda también noto que Artemisa nunca le soltó la mano y estaba ahí con la cabeza sobre la mesa, dormida se veía tan hermosa como despierta. Cuando se movió ella también lo hizo y despertó.

—¿Estas bien? ¿necesitas algo? —preguntó ella.

—Estoy bien—sonrió débilmente y le apretó la mano.

—Veo que ya despertaste—anunció Perséfone—lo cual quiere decir que hice correctamente todo.

Hades y Hécate entraron y admiraron la escena de Artemisa y Ares.

—¿Como estás? —le preguntó Hades a Ares

—No te voy a mentir, he estado peor—bromeo.

—¿Podemos moverlo a su habitación? —preguntó Hades.

—Quitemos las hierbas para ver si está bien.

—Artemisa ¿puedo hablar contigo? —pregunto Hécate.

—Claro, te dejo un segundo Ares—ella lo soltó y se sintió extraña al hacer esa acción.

Ambas salieron del vivero y comenzaron a andar.

—Escucha seré concreta, Ares ha sufrido mucho así que me quiero asegurar que tu no le harás ningún tipo de daño.

—Hécate, me encantaría prometerte eso, pero...

—Lo sé quieres ser la Diosa de la virginidad y todo eso, Hades ya me contó, pero quiero que te quedes con él al menos hasta que todo esto pase—Hécate era seria quizá por su edad o porque realmente veía a Ares como a un hijo.

—Te prometo que estaré con él hasta que esto pase—Artemisa junto las manos de Hécate y la miro a los ojos en señal de promesa.

Detrás de ellas afuera del vivero estaba Ares de pie.

—¡Rubia! —le gritó a Artemisa y ella recordó que fue lo último que escuchó cuando le puso el casco de invisibilidad. Ella sonrió al verlo de pie.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora