Capitulo XXXVI

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Cuando Ares llegó a su casa estaba listo para contarle a Perséfone lo que había pasado pero ella no estaba ahí, tampoco Adonis, la busco en donde estaban los mapas y semillas pero eso también se lo había llevado, ella le había dejado una nota.

Querido Ares:
He decidido alejarme de todo un tiempo y eso te incluye a ti, gracias por lo que hiciste hoy por mi, pero esa fue la gota que derramó el vaso, no puedo seguir con esto, por favor no me busques, cuando este lista yo lo haré.

Con cariño sincero, tu hermana.

Perséfone.

Pd: Deje una carta para el Rey de Eleusis, úsala cuando pienses provocar la guerra de la que me hablaste.

La letra de Perséfone era inconfundible, perfecta y sin ningún error.

Ares pensó en buscarla, tenía que decirle lo que había pasado, que esto no era culpa de Hades, que Zeus lo había suplantado, pensó en donde podía empezar a buscarla. Alguien toco su puerta y él deseo que fuera Demeter o Perséfone. Cuando la abrió una voz extraña le empezó a susurrar:

—Tu no viste nada, no recuerdas nada, irás a dormir, y pensarás que tus lagunas mentales de la fiesta se deben a los polvos que consumiste.

—Yo ya no consumo—dijo Ares tapándose los oídos—sé quien eres y lo que hiciste.

—No, no lo sabes.

—No, no lo sé.

Ares cayó al suelo, olvidando todo lo que había pasado ese día, solo recordaba que le había dado una paliza a Hades y que había consumido polvos de Morfeo. Tenia ganas de crear caos y eso es lo que haría.

Pasaron dos años y Perséfone se encontraba en islas al sur con Adonis, Demeter había estado con ellos pero tenía cosas que hacer en otros lugares, sin embargo los visitaba a menudo donde decidían viajar. Ella nunca le contó lo que había pasado con Hades porque no quería que lo odiara aún más.

Ambos, Perséfone y Adonis se divertían en cada nuevo lugar al que iban y aunque él en cada oportunidad le reiteraba lo enamorado que estaba, ella lo rechazaba, porque no conseguía amarlo del todo, lo quería y de vez en cuando tenían noches juntos que la hacían cuestionarse el hecho de si en verdad no lo amaba. Ella tuvo pesadillas todas las noches durante al menos seis meses, Adonis empezaba por acurrucarse a su lado hasta que se quedaba dormida. Pasaron los días y descubrieron que si dormían juntos las pesadillas eran menos frecuentes pero ahí estaban, siempre era la misma, Perséfone encerrada en un laberinto sin salida y de pronto aparecía Hades entre las sombras, trataba de abusar de ella pero conseguía despertar y casi siempre estaba a su lado Adonis.

Un día mientras andaban conociendo a los lugareños, Perséfone miró a Adonis jugando con unos niños, después de haber estado tanto tiempo en la isla, su piel tenía un tono más tostado que cuando sudaba brillaba como el cobre, sus rizos habían crecido y los usaba en un chongo. Adonis era un sueño, hermoso sin duda y con un corazón de oro. Se acercó a ella y le dio un beso en los labios.

—Los niños dicen que me darán una perla si les ayudo a pescar ¿te veo en la noche en la cabaña?

Adonis era un niño más, a veces a Perséfone se le olvidaba que el joven solo tenía 19 años.

—Esta bien Adonis, pero no llegues tarde.

—De acuerdo—se alejó corriendo—¡Te amo!

—¡Yo también te amo!—le gritó aún más fuerte lo cual hizo que él se regresara.

—¿Qué dijiste?—le preguntó como coqueteando.

Ella también estaba asustada por lo que le había dicho, había sido tan espontáneo que no sabía como habían salido esas palabras de su boca.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneWhere stories live. Discover now