Capítulo XVII

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—¡Perséfone! —un grito desgarrador se escuchó en el inframundo.

Ares y Charon fueron a buscarlo, él estaba tratando de crear un portal a ese lugar, pero al no conocerlo no podía llegar hasta ahí.

—¿Esta bien, amo? —Minos apareció justo al frente de Hades.

—No—dijo determinado—, necesito que busques un santuario de mariposas al sur. Diles a los otros dos que te ayuden.

—Amo, hay trabajo aquí, la última vez que descuidamos el inframundo nos llenamos de almas.

Los ojos de Hades se volvieron más azules.

—¿Estas desobedeciéndome—lo miro de arriba a abajo—, diablillo?

—Eso jamás amo, planeare algo con Éaco y Radamanto para encontrarlo lo antes posible.

Minos supuso que se trataba de otra cita de Hades con Perséfone así que no le tomó la importancia debida. Simplemente hablo con Éaco y Radamanto para asignarles la tarea y él se quedó a una distancia apropiada, por si Hades lo necesitaba. Minos noto a Hades inquieto, eso no era muy propio de él, Hades siempre lucia sobrio, tranquilo y no le daba vueltas al asunto, aunque era verdad que la señorita Perséfone había dado vuelta al mundo de Hades, en los últimos 10 días se le notaba más feliz y espléndido, aunque ese día en particular se veía preocupado

Hécate apareció casi al mismo tiempo que Ares y Charon llegaron a calmarlo.

—¿Qué ocurre? ¿Perséfone rechazó tu cita?

—No estoy para bromas, Ares.

—Amo, ¿está usted bien? —el barquero sabía que Hades no era serio y grosero a menos que algo grave sucediera.

—Creo que Deméter encerró a Perséfone, pero no tengo la menor idea de dónde, debo sacarla de ahí.

—Puedes preguntarle a Apolo—dijo Ares.

—Envié a los diablillos a buscar un santuario de mariposas

—Hades, si la encerró una Diosa con antiguos hechizos y poderes, es muy poco probable que tres de tus sirvientes la encuentren—dijo Hécate—Ares tiene razón, necesitas la ayuda de un Dios, y no de cualquiera sino de aquel que todo lo ve

—Excelente, vamos a buscar a Apolo—Ares no quería ver a Apolo, a pesar que esa mañana había visto a Artemisa podía y quería verla una vez más.

—No es tan fácil Ares—le recordó Hades, Perséfone me dijo que Apolo es buen amigo de Deméter, podría contarle que estamos buscando a Perséfone.

—¿Qué sugieres entonces?

—Qué busques a Artemisa y nos ayude. Ella le puede preguntar dónde está Perséfone.

—De acuerdo, lo haré, después de todo quien se negaría a hacerme un favor a mi—Ares sonrió esperando que la tensión se calmara.

—De una vez, pídele disculpas, fuiste bastante grosero con ella esta tarde— reprendió Hécate

—Debes admitir que se lo gano.

—Iré contigo, no me sentiría bien el estar aquí sin hacer nada.

Y así ambos partieron al palacio de Apolo, Éaco y Radamanto fueron a buscar los santuarios de las mariposas. Charon fue a alimentar a Cerberos con almas de asesinos.

—Mi señora Hécate—dijo Minos quien al parecer se había negado a ir, era normal en ese diablillo, siempre hacía lo que le daba la gana.

—Minos ¿qué haces aquí? —le pregunto Hécate perpleja—Hades dijo que fueras en busca del santuario.

—Sé lo que dijo, pero soy más útil aquí.

—¿De qué hablas? Necesito que te expliques.

—Mi señora, si la joven Perséfone está encerrada, el Amo Hades no podrá sacarla de ahí a menos que...

—...este muerta—susurró Hécate—solo un cuerpo sin vida puede burlar antiguos hechizos protectores.

—Pero hay una forma, mi señora, he leído tengo información que usted misma escribió—Minos camino hacia la biblioteca—, no se quede ahí, ¡sígame!

Hécate sabia a que se refería Minos, ella era la Diosa de los antiguos hechizos, las brujas y hechiceros le invocaban en busca de consejos y poder, pero cuando Hades la encerró en el Tártaro ella dejó de acudir a esas invocaciones, su hechicería estaba oxidada, ya no podía traer a la vida nada, mucho menos a una Diosa. No quería que el rescate de Perséfone quedara en sus manos y sabía que debía practicar, antes de siquiera pensar en mencionar esa idea a Hades. Siguió a Minos hacía la biblioteca, comenzó a buscar libros que le ayudaran, evidentemente estaban en griego, siempre se preguntó porque Zeus le había pedido escribir esos libros, si nunca los leyó, pero en ese momento le gustaba saber que serían de utilidad.

—Aquí esta—leyó Hécate—"επιστρέψτε την ψυχή στο σώμα" necesito practicar.

—Puedo morir y usted me revive.

—Minos, no voy a hacer eso, no pienso matarte, no he usado mis poderes en décadas.

—Usted mi señora es la Diosa de los Hechiceros y Brujas, una Diosa Lunar más antigua que Artemisa, además vi lo que le hizo al joven Ares—Minos la miro analizando cada rasgo.

—Tan solo separé el alma de su cuerpo—Hécate fue modesta.

—Yo sé que puede hacerlo al inverso si todo lo que necesita está a la mano.

—Lo haré, pero no practicare contigo, después de tantos años iremos a la Tierra. Ahora soy yo la que te lo pide ¡sígueme!

Hecate llego a la tierra, hacia casi un siglo que no estaba ahí y en realidad no le gustaba pero si quería ayudar a Hades debía hacerlo. Pensó en ir a buscar a los antiguos hechiceros y brujas que conocía pero no estaban vivos, así que busco animales para practicar y se los llevo al inframundo, planeaba matarlos para después revivirlos, tal vez los llevaría a los campos Eliseos después o los regresarían a la tierra, pero de ese asunto lo resolvería después.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneWhere stories live. Discover now