Capítulo XX

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—¿Mi corazón? —Perséfone contempló la daga, pensó que quizá esto era una trampa de Hades.

—Hécate descubrió que la única forma en que salgas de aquí es haciéndolo por separado–él la miro, Perséfone se veía seria y confundida—. Yo no te puedo sacar de aquí, pero tú puedes sacarte de aquí sola.

—No sé si podré hacerlo—respondió nerviosa—quiero decir, sé que puedo, pero ¿cómo puedo saber que esto no me matará para siempre?

—Hécate estará esperando tu alma en el inframundo. Yo personalmente llevaré tu cuerpo.

Un rayo cayó a lo lejos, lo más probable es que estuvieran defendiendo el Olimpo.

—Hades, prométeme que seré libre—dijo serenamente.

Hades entendió que ese era el mayor sueño de Perséfone. Ella siempre soñó con ser libre y él no sería aquel que le arrebatará eso. La tormenta eléctrica en el cielo iluminaba todo el lugar, se veía hermoso el color azul de los rayos detrás de las nubes.

—Pon tu mano aquí—Hades puso su mano en el campo y ella hizo lo mismo—te prometo que podrás ir a donde tú quieras cuando quieras, serás libre mientras yo esté vivo.

Las palabras de Hades sonaban sinceras, tampoco era como si Perséfone tuviera más opciones para salir de ahí. Esto era solo un salto de confianza, debía confiar en Hades y en su sinceridad ciegamente.

—Hagamos esto.

—Escucha, necesito que tú te pongas de espaldas recargada en el campo, ¿está bien?

Ella lo hizo, cerro sus ojos para relajarse.

—¿Ahora qué? —preguntó.

—Cuando estés lista clava la daga en tu corazón, necesito que caigas hacia mis brazos

Perséfone se puso nerviosa, era un auténtico suicidio.

—No puedo hacerlo Hades—ella lanzo la daga y se agachó, comenzó a llorar.

—Sé que puedes, esta es la única manera, tú eres la única que puede liberarse—él puso su frente contra el campo—, yo no puedo sacarte de ahí, pero tú puedes hacerlo.

—¿Todo estará bien?

—Te prometo que estarás bien, saldrás de ahí y revivirás.

Perséfone se levantó, levantó la daga y se puso en la misma posición en la que estaba antes. Tomó un respiro profundo y pensó en cuando estuvo encerrada en el laberinto, después pensó en cuando su madre la golpeó. También pensó en Hades, en los buenos momentos que pasaron días antes, si iba a morir quería que sus últimas imágenes del mundo incluyeran a Hades. Se armó de valor enteró la daga en su corazón, y la sacó, no salió una gota de sangre, pero todo se oscureció.

El cuerpo inerte de Perséfone cayo en los brazos de Hades, él vio como una luz salió cuando Perséfone retiró la daga y vio como el campo de protección se vino abajo, era obvio, ya no tenía a quien proteger, todo su propósito había muerto, tomó la daga y la puso en su cinturón. El la cargó y apareció en el inframundo. Primero debía pasar con Cerberos, el canino de tres cabezas la olfateó y dejó pasar a Hades, cuando estuvo dentro, fue a los campos Elíseos, Charon le llevó en la barca, ahí ya estaba Hécate, tenía preparada una mesa, velas, agua del río del inframundo y hierbas de todos los olores. Hades puso a Perséfone en la mesa, su precioso color barro parecía haber desaparecido incluso sus labios rojos se veían pálidos, se veía un poco más grisácea, ya no brillaba, Hades le había prometido que le regresarían la vida y por el bien de Hécate eso esperaba.

—Artemisa está luchando ferozmente en el Olimpo—dijo Hécate.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó Hades.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneWhere stories live. Discover now