Capítulo XVI

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Era cerca del mediodía, Deméter había terminado de vender sus frutas y verduras en un mercado ambulante, no lo hacía por el dinero, lo hacía por los mortales, sabía que en el fondo le agradaban y le gustaba ver a esos pequeños niños descalzos con comida en sus bocas. Era algo que Perséfone admiraba de su madre, era una buena Diosa, siempre trataba de ayudar al más necesitado, aunque ciertas cosas se le iban de las manos, ella siempre conservaba un buen equilibrio en la Tierra. Andaban caminando por el lugar viendo telas, zapatos y accesorios.

—Voy a llevar tres de esas—Deméter señaló la seda multicolor—, cariño ¿no quieres unas nuevas sandalias?

—¿Puedo ir a la otra tienda?

—Está bien, aunque preferiría que no te alejaras.

Perséfone comenzó a caminar por el bazar, vio algo para Hades que le gustó, era una capa con capucha, pero no podía llevar esa prenda iba a ser algo que no podría esconder de los ojos de su madre, así que pensó en comprarlo y enviarlo por medio de un portal a su casa. Aunque no tenía mucho control. con los portales pequeños, su madre solía regañarla cuando los usaba y la verdad era que si Perséfone aprendía a usarlos podría ir de aquí para allá cada que quisiera y evidentemente no era algo que le gustara a su madre. Así que la dejo donde estaba.

Siguió caminando y pensaba en que le gustaba esa libertad de los mortales, solo se preocupaban por comer, los más pequeños por jugar y como no tenían acceso a poderes eran felices. Aunque claro no podían ir a donde querían, pero ella tampoco.

—Perséfone, debemos irnos—le dijo Deméter quien la tomó por sorpresa.

—¿Qué ocurre mamá? —le dijo la joven

—Alguien trato de entrar nuestra casa. Puse los hechizos de protección y las cigarras me avisaron.

"De vuelta al encierro" pensó Perséfone sin siquiera protestar. Al llegar a casa Deméter vio la puerta abierta y gotas de sangre en el piso.

—Necesito que estés preparada, en tu habitación tal vez haya un muer...—Deméter abrió la puerta de la habitación y su sorpresa fue que había cuchillos ensartados en las paredes.

—Creo que no hay nada—se burló Perséfone.

—Claro que hay algo, un cabello rubio, nosotras no somos rubias Perséfone.

—Madre, quizá se quedó en mi ropa, el día que estuve con Artemisa.

—O quizá Apolo está interesado en ti y en vista que no fuiste a arreglar su palacio vino a buscarte

—Madre, eso es una locura, Apolo es amigo de Hermes, jamás le haría algo así.

—Eso no lo sabes cariño. Los dioses son todos iguales—Deméter la abrazó—, no sé qué haría si un día me faltas.

—Nada va a pasar.

—Debes reconsiderar irnos al palacio que te mostré.

—¿Sigues con esa absurda idea en mente?

—No es absurda, te propongo algo, podríamos irnos unos días, lo suficiente para que veas que no es tan malo ¿qué te parece?

—Si no me gusta el lugar ¿prometes que nos iremos de ahí y no lo volverás a mencionar?

—Lo prometo, más o menos.

Deméter se fue del lugar y Perséfone rápidamente buscó lo que sabía Hades le había dejado, una carta, escrita con su perfecta letra, el papiro parecía limpio sin ninguna mancha. Era un recado. Si le habían dejado la carta ese mismo día quería decir que posiblemente vería a Hades mañana, lo cual la puso muy feliz, comenzó a arreglar su habitación y a acomodar las telas que habían comprado para hacerse ropas, toco las plantas que tenía en la habitación para que florecieron y oliera bien el lugar, el sol había vuelto a salir ligeramente entre las nubes, pero parecía que se escondería pronto. Ella escuchó una voz masculina abajo en la cocina. Bajo a ver a su madre y ahí estaba Hermes.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneOnde histórias criam vida. Descubra agora