Capítulo XIV

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Perséfone llevaba una semana sin saber nada de Hades, tampoco había visto a Daphne o a Artemisa, estaba recluida en casa como si todas las personas con las que se había visto días antes se hubieran olvidado de ella, una noche trato de crear un portal al inframundo, pero como nunca había estado ahí no podía hacerlo. Había estado trabajando con su madre trayendo cultivos y haciendo florecer plantas para los mortales, pero realmente no hablaba con Deméter. Pensó en escribir cartas, pero temía que Hermes las leyera y recordó que podía invocarlo, pero quería guardar ese poder para una emergencia tal y como él le había dicho.

Por otro lado, en el inframundo Hades, Hécate y Ares tardaron días en darle lugar a cada muerto que aparecía y cuando por fin terminaron le dieron buen uso a lo que había sobrado de los polvos de Morfeo.

Cuando Hades por fin despertó en lo único que pudo pensar fue en Perséfone, así que le escribió un pergamino para excusar su ausencia.

"Querida Perséfone:

Quizá debes de preguntarte dónde he estado y porque no te he visitado o escrito, estuve algo ocupado, Ares causó un problema que él mismo arregló pero dejó secuelas, en fin esta carta no es para hablar de cosas tristes, es para disculparme si te sentiste abandonada por mí, debes de saber que pensé en ti en cada momento, eres importante para mí y si me lo permites, quisiera saber qué hiciste estos días, quiero saber todo de ti, quiero saber que te gusta y que no, quiero saber tu comida, fruta y bebida favorita, y que hacer para divertirte en los días que no tienes nada que hacer, háblame de tus amigas y como te sientes con ellas, incluso puedes hablarme de tu madre porque créeme que quiero saber todo aquello que te inquieta.

Con amor, Hades

Pd: quisiera invitarte a salir otra vez, esta vez más al norte"



Les gritó a los diablillos para que aparecieran, pero el único que hizo presencia fue Minos, lo cual fue raro, él no obedecía a Hades.

—Necesito que lleves esto a la habitación de Perséfone—dijo Hades Minos—espera a que se duerma para ponerla bajo su almohada. Te abriré un portal, sé invisible.

Hades no tenía ni idea de que hora era en la tierra, pero suponía que era de día.

Hécate apareció en la habitación de Hades.

—¿Así que ahora le escribes cartas a Perséfone?

—Algo así, supongo que debí comunicarme con ella antes.

—No, estuvo bien, las mujeres sabemos que estamos enamoradas cuando nos ignoran.

—Estas diciendo que fue algo bueno lo que hice de ocuparme.

—No necesariamente, pero creo que si siente algo por ti estos días tuvo tiempo para pensarlo.

—Hécate, ¿quieres quedarte?

La pregunta tomo por sorpresa a Hécate, ella había pasado demasiado tiempo en el Tártaro, no respondía cuando la invocaban los sanadores, lo cual significaba que quizá los humanos ya se habían olvidado de ella. Estar en el inframundo con Hades significaba volver a atender lo que pedían los humanos, guiar almas y hacer trabajo con Hades como hacia siglos atrás.

—Te refieres ¿Aquí en el castillo?, no lo sé, realmente me gusta el Tártaro—dijo con ganas de decirle a Hades que, si quería quedarse, pero tenía miedo.

—Yo sé que sí, pero en estos días trabajamos bastante bien juntos. Hay algunas cosas que deseo cambiar y tu consejo me vendría bien, ya sabes como en los viejos tiempos.

Amor Divino: Hades Y PerséfoneWhere stories live. Discover now