Capítulo cincuenta y cinco

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Cuarente-Narciso día 23

—No tengo nada que aclarar. Es mi pareja y punto —le dijo Narcisse.

Bastien apretó los puños hasta que sus nudillos se volvieron blancos y, acto seguido, soltó las manos a la vez que emitía un sonoro suspiro.

Yo estaba allí, sentada en el despacho de mi jefe, con las piernas cruzadas y la mirada perdida entre los dos, que no sabían cómo mantenerse serenos.

De haber sabido que había sido mi vecino el que se había presentado en el despacho y que sus intenciones eran pedirle a Narcisse que se buscara a otra pareja para la gala, no habría subido y habría seguido trabajado en el taller junto a Jon y a Michele en mi vestido rojo carmesí, diseñado a mi medida específicamente para la gala de aquel viernes.

—Te he dicho que no. Ya le dije a Guste que iría con ella y está a un clic de anunciarle a la prensa que Aggie es mi pareja y no la tuya —gruñó Bastien, señalándome.

Yo estaba roja de la vergüenza, evitando mirar a ninguno de los dos a los ojos, sin comprender cómo había terminado en la pelea entre los dos hombres más guapos que había visto en mi vida por mi mera compañía, como si realmente fuera alguien importante.

—¿Y si yo no quiero ir con ninguno de los dos? —pregunté, tras carraspear, apoyando mis manos en el sofá.

Ambos se giraron hacia mí, sorprendidos. Yo me levanté, alisando con mis manos la pequeña falda que cubría mis muslos, dispuesta a irme de allí y no saber nada más del tema.

Narcisse se echó a reír, mirándome como si yo no tuviera ningún tipo de opinión en aquella discusión que, precisamente, me afectaba directamente a mí.

—Tú vas a venir conmigo. Graham Gallagher va a realizar el mejor reportaje de su vida al vernos entrar en la gala juntos, como la pareja de moda.

Bastien pegó un puñetazo involuntario a la mesa. Se debió de hacer daño, pues, acto seguido, se miró la mano con el ceño fruncido.

—Yo soy una Selecta, no un complemento para una gala benéfica —argumenté, intentando que el golpe de mi vecino no se dirigiera a mi jefe tras mi respuesta.

Bastien me miró de reojo, aunque sin dejar de encarar a Narcisse, en completo silencio. Si no hubiera decidido aparecer por allí reclamándome, nada de aquello habría ocurrido.

Estaba claro que había sido mi error al aceptar salir con Narcisse en público, aunque también había sido culpa de Graham al publicar aquella foto en la que mi jefe me ofrecía uno de sus preciados claveles en el Marché aux fleurs, sobre aquel corto y estúpido párrafo anunciando nuestra futura aparición en público en la gala de Auguste Dumont.

Desde luego, aquella no había sido la forma en la que Bastien debería de haberse enterado de que mi jefe tenía sus propias ideas sobre mis planes del viernes.

—Como representación de la clase media, como dijo mi padre, eres igual de beneficiosa para nuestra empresa que esa maldita gala para el mundo —intervino Narcisse.

Bastien frunció el ceño.

—Yo la trato como a un ser humano, no como una clase social —dijo.

Apreté los labios, sin saber qué más añadir. Quería irme de allí lo antes posible, no estaba dispuesta a seguir manteniéndome firme si lo único que estaba haciendo era temblar.

Bastien se pasó una mano por el pelo castaño y luego me miró fijamente, como si así pudiera hacerme cambiar de opinión.

Era increíble lo sencillo que era perderse en sus ojos azules, casi grises, tan expresivos que no necesitaban palabras que acompañaran su deseo de que le eligiera a él, quien me lo había propuesto desde un principio.

Querido jefe NarcisoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora