En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)

PRÓLOGO

Hay quienes dirían que Jae es mi «madre» porque fue quien me cargó en su vientre. Pero él es un hombre, un omega, así que mis hermanos y yo lo llamamos dada.

Amo a mis padres.

Amo la relación que tienen. Me gusta mirarlos, tan infantiles a veces (sobre todo papá), jugándose bromas, gruñéndose, molestándose y besándose, incapaces de estar separados demasiado tiempo. Cuando niño me parecía vergonzoso que siempre estuvieran tan juntos, pero mientras más crecía más me gustaba mirarlos. Selene, Atlas y Themis aspiraban a ser como papá, el alfa de la manada. Yo siempre me sentí muy conectado con papá, pero quería ser como dada.

En una familia de lobos todos tenemos un olfato muy bien desarrollado y, sin embargo, nunca me había dado cuenta de un pequeño detalle en sus aromas hasta que Themis se enfermó. No fue algo grave, pero tenía fiebre y dada decidió quedarse con nosotros en lugar de acompañar a papá en su viaje, eran solo cuatro días en que iría a tomar unas fotografías, para el segundo día Themis ya estaba mejor y corría de nuevo por todos lados. Cuando me senté junto a dada fue que noté que su aroma había cambiado, no era el mismo que yo conocía desde que tenía memoria, algo le faltaba, una porción de bosque, un dejo de fuerza. Cuando papá volvió lo entendí. Había respirado a dada por sí mismo, por primera vez en la vida. Porque su olor, desde siempre, había estado sutilmente mezclado con el de papá.

Quise ser como él. Quise ser como dada. Quise encontrar un día alguien que me amara de ese modo, que plasmara su aroma en el mío por su inhabilidad de estar lejos de mi lado. Quise encontrar a alguien que me abrazara con lágrimas en los ojos diciéndome que no quería separarse de mí de nuevo, porque había sido una tortura y me había extrañado demasiado.

Pero no todas las historias de amor son como la de mis padres. No todos los omegas tenemos la suerte que dada tuvo.

Yo no soy Jae y él no es Arny.