10. Ni el hierro ni la seda encadenarán a un lobo

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Cada segundo que pasa gritar se vuelve más difícil. No por el dolor desgarrador que siento en mi garganta, que me cercenaba como si con cada grito sacrificara mis cuerdas vocales. Sino porque los brazos que me sostienen hacen un trabajo demasiado bueno, y aunque hay tanto dolor dentro de mí, aunque tengo tantos motivos para despedazarme, quiero consolarme en ellos, y debo luchar contra el impulso de dejarme calmar por las caricias suaves que suben y bajan por mi espalda. Quiero aceptar su alivio pero no puedo, porque si lo hago dejaré de doler lo suficiente para seguir gritando, y no puedo detenerme, porque si me detengo será lo mismo que rendirme y estos brazos que me sostienen no existirán nunca más, qué horrible sería el mundo sin ellos, no quería que su vida se detuviera antes de que tuviera una oportunidad de conocerle de verdad.

Min-Jun huele a hierba fresca, al aroma que te recibe por la mañana cuando han pasado días de sequía y al fin ha caído la lluvia. Huele a la calidez que se siente al sentarte sobre las rocas en un día soleado en la playa, a la satisfacción que experimentas cuando irradian, sin quemarte, calidez sobre tu piel. Huele a las mantas en que te refugias en invierno o a los techos que te protegen de la tormenta sorpresiva, las que llegan de la nada en mitad de la primavera. Huele también a soledad, abrumadora y punzante, y mientras mi lengua duele entre mis gritos cada vez más bajos, deseo poder hacer algo para cambiarla, borrarla, desaparecerla. No sé si de verdad yo sea demasiado amable, pero lo siento y no puedo dejar de pensar que aquello que lo rompe no es justo.

Creo que el cansancio va a poder conmigo, no sé cuánto tiempo ha pasado pero me aterra haberme equivocado, tal vez soñé mi conexión con Mars y por eso no llega ¿será que no puede escucharme? ¿Realmente no hará nada? Su ausencia me da un poco más de fuerza para seguir intentándolo, para seguir doliendo lo suficiente como para que mis labios rotos continúen su labor. Entonces la mano de Min-Jun se detiene en la mitad de mi espalda, lo miro, con los labios abiertos de cansancio, sonríe triste cuando sus ojos me encuentran.

―Vienen por ti, Rhea... ―y cuando guardo silencio los escucho, pasos que conozco, voces que gritan mi nombre a lo lejos y se acercan, y al fin puedo callarme, al fin puedo apretar los labios.

Y abrazarlo más fuerte.

Arny

Si no fuera porque ese muchacho podía llevarme hasta mi hijo, mis dientes se hubiesen enterrado en su garganta. El melodrama con la muchacha me importaba muy poco, sus motivos o lo que fuera, nada lo justificaba. Mi bebé había estado llorando y él se había cruzado de brazos, no merecía ser llamado destino, mucho menos alfa. Cómo se había atrevido a rechazar a mi pequeño. Tal vez mi rabia podía todo de mí. Jae me había mirado con alivio, había pensado de inmediato en lo más importante, que teníamos una oportunidad de tener a nuestro cachorro de vuelta, yo había odiado primero, porque ese mocoso lo merecía. Entonces, justo antes de que ese... ser se pusiera a correr y yo y los míos comenzáramos a seguirlo, mis ojos atraparon una reacción de Zhirayr. Cuando comprobamos que había un destino, que estaba llorando, que teníamos la oportunidad de recuperar a Rhea... su rostro se desencajó por un instante, pasó de la sorpresa, a la rabia y luego volvió a la neutralidad de un fingido alivio por «conocer el paradero de Rhea».

Pero era tarde, ya lo había visto, su plan se había arruinado y él no lo esperaba. Podía haber hecho planes para que no lo encontráramos, para culpar a otros clanes, para salirse con la suya, pero no contaba con que Rhea encontrara su destino, a que tuviéramos una forma tan segura de encontrarlo, aunque ese destino fuera una escoria. Amo a Jae y podía aceptar que pusiera su corazón con el de Rhea, pero yo no pensaba perdonar su silencio, no pensaba disculparlo por las lágrimas de mi hijo. Llegamos hasta una orilla rocosa de la isla, el mar golpeaba fuerte y él señaló con sus brazos de lobo hacia el fondo del mar, el sol estaba por salir, la noche de angustia había pasado, pude ver entonces una isla pequeña. Zhirayr lo había pensado bien, ocultarlo en una isla cercana, demasiado enana para ser significativa, había muchas como esas y nos habría sido imposible revisarlas todas. No tengo tiempo ni deseos de esperar por un bote, aunque escucho que alguien irá por uno, me arrojo al agua y Jae lo hace también a mi lado, la tormenta amaina con la salida del sol y de todos modos el mar no podría ganarme, no cuando era un lobo, no cuando estaba por llegar a mi hijo.

En mi oasis siempre hay Luna llena (Spin-off. Fauces II)Where stories live. Discover now